Nota: Si estáis pensando hacer un viaje a India, os recomiendo que visitéis la guía de India que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.
Lo primero que pienso cuando abro los ojos por la mañana es que, por fín, ha llegado mi primer día de escalada en Hampi. Como siempre me pasa cuando tengo un buen plan, me cuesta muy poco desperezarme. Marco también esta despierto y aún no son las ocho, cuando ya estamos desayunando en la terraza del hotel.
Lo primero que pienso cuando abro los ojos por la mañana es que, por fín, ha llegado mi primer día de escalada en Hampi. Como siempre me pasa cuando tengo un buen plan, me cuesta muy poco desperezarme. Marco también esta despierto y aún no son las ocho, cuando ya estamos desayunando en la terraza del hotel.
Hablo con el dueño, Killom, que ya ha contactado con el chico que me va a acompañar. Me asegurá que a las nueve vendrá a buscarme. Marco ha decidido no esperar a las chicas y salir pronto a visitar los templos que le faltan por ver Achutarya y Vithala, para aprovechar la luz de la mañana y sacar buenas fotos. Les escribo una nota a Kim y Babette con las explicaciones de que caminos tienen que seguir e incluso me curro un pequeño mapa, para que ellas puedan hacer también la visita turística.
Puntual como un clavo Tilo (así se llama) se presenta con un crash pad (colchoneta que se utiliza para amortiguar las caidas en el Bouldering) y unos pies de gato. Me los pruebo pero no consigo que me entren. Me dice que no me preocupe porque, en la otra orilla del rio, hay un sitio dónde se puede alquilar material.
Nos vamos para allí. Todo el mudo mira el crash pad y nadie parece saber que es. Me sigue extrañando muchísimo que, en un sitio en el que en teoría es el mejor de India para escalar, no haber visto ni a un sólo escalador en las dos veces que ya he estado en Hampi.
Nos acercamos al rio, bajamos por unos gaths y esperamos la barca. Ya hay bastante gente, la mitad turistas con mochilas y el resto gente del pueblo. La barca, de motor, es ruidosa y mugrienta. Atraca junto a unas ruinas junto al rio y saltamos a ella haciendo equilibrios. Nos apretujamos hasta límites insospechados. Todos los extranjeros nos miraos con caras cómplices. Estoy seguro que todos pensamos que la barca se va a hundir con tanto peso. Sin embargo, el principio de arquímedes demuestra, una vez más su validez, y la barca nos traslada en escasos veinte segundos, y tras el pago de diez rupias, hasta la otra orilla.
Una vez en el otro lado, remontamos la empinada orilla y salimos a una calle completamente llena de guest houses con muy buen aspecto, puestos de internet, tiendas y pequeños restaurantes. Mientras andamos, no puedo dejar de fijarme que, en esta orilla, la gente parece mucho más joven, mochilera y que todos los guest houses tienen jardines con hamacas y restaurantes con tumbonas para "hanguear". Babette y Kim se morirían de envidia si lo viesen. Además empiezo a ver escaladores, con sus correspondientes crash pads, por todos sitios. Se lo comento a Tilo y me confirma que toda la gente que escala esta en este lado porque, aunque hay sitios en los dos lados, en el que nosotros estamos alojados se concentran todos los templos y, por tanto, el turismo de dos o tres días, mientras que en este otro lado, vienen los "long terms".
Por lo que me cuenta, además es más barato y, una cosa muy importante, los bares cierran a la una, en vez de a las diez y sirven cualquier bebida alcohólica. A pesar de seguir siendo Hampi, como el Templo principal, el que sigue teniendo culto, están en el otro lado, aquí la policía hace la vista gorda. Por lo que había leido en la Lonely, me parecía que este lado tenía muy pocos sitios dónde quedarse y tenía el problema que a las seis de la tarde cruzaba el último bote, quedandote un poco tirado. Sin embargo, es todo lo contrario. Hay casi más guest houses y además debe haber más diversión.
Empiezo a darle vueltas a la posibilidad de cambiarnos de orilla. Se lo insinuo a Tilo y me pide que no lo haga por si Kilom (el dueño de Gopi) piensa que nos ha convencido el.
Salimos de la zona de guest houses, entramos en una calle con las casas más humildes que he visto hasta el momento en Hampi, y Tilo me dice, frente a una de ellas, que hemos llegado a la tienda" de material. La "tienda", como el insite en llamarla, es una choza, con un corral de gallinas y cerdos, en la que, junto a una pared, se acumulan crash pads medio podridos y dos sacos e pies de gatos antiguos, que la gente ha ido donando cuando ya no estaban en buenas condiciones.
Me cuesta un buen rato encontrar un par que me pueda poner. Al final me decido por unos que, aunque me siguen estando pequeños y tienes agujeros en las punteras, pueden ser suficiente. De paso alquilo otro crash pad para tener más superficie protegida. Todo me cuesta 70 rs por el día completo.
Tilo me asegura que en Hampi puedes escalar toda la vida y no repetir ningún boulder de tantos como hay. En cnco minutos andando estamos en el primer emplazamiento. Hay unos chicos Noruegos con los que hablamos un rato. Yo estoy un poco inquieto porque no se si, después de dos meses sin escalar, tendré un buen nivel. Me preocupa sobre todo que he perdido gran parte del callo en los dedos y bastante músculo.
Los chicos noruegos están haciendo un boulder, calificado de muy facil por Tilo, y, sin embargo tienen problemas. Estiro un poco y hao un intento. Estoy nervioso. Todos me están mirando. El primer paso es el más complicado. Hay que poner el pie izquierdo muy alto, pegar la cadera a la pared y rotar todo el peso del cuerpo sobre la puntera. Los agarres de manos son pequeños y afilidados. Cojo impulso y me siento sobre las puntas de los dedos del pie. El agarre es muy bueno. Granito puro. Cojo confianza y subo. Dos o tres pasos más y llego a la cima, a unos cuatro metros del suelo. Me siento un rato y contemplo el paisaje, con los templos de Hampi al fondo. Tilo grita, en español, " viva españa" para reconfortarme.
Para entrar un poco en calor, repito el boulder dos veces más. Tilo y yo nos vamos a buscar varios boulders más. Algunos son complicados y no puedo terminarlos. Sobre todo se me resisten los que hay que empezar sentado en el suelo y en desplome total. Soy muy grande y ese tipo de arrancadas siempre se me han sido dificil hacerlas.
las tres horas siguientes no paramos de escalar. Vamos de un lado a otro andando y probando las diferentes piedras que nos vamos encontrando. Tilo me cuenta que leva dos años escalando. Aunque no sabe exactamente su edad, cree que rondará los dieciocho. A pesar de nos ser un gran escalador, termina algunos boulders que a mí se me atasca. Es muy delgado pero tiene piernas y brazos my largos.
Sobre las doce, llegamos una zona amplia en la que, sobre una gran laja plana, se disponen unas veinte grandes piedras. Parece un campo de bouldering hecho a propósito. Antes que nosostros han llegados dos chicas italianas, una francesa y unosamericanos. Hablo con las chicas Italianas medio en inglés medio en español. Me cuentan que están en u guest house, en mitad de los campos de cereal, a menos de cinco minutos andándo de dónde nos encontramos, en el que todos los clientes son escaladores. Me quedo con ellas un rato y me impresiona el nivel que tienen. Son escaladoras muy fuertes. No hay más que ver sus cuerpos para entenderlo. Espaldas muy fuertes, miembros musculados pero definidos y ni un gramo de grasa por ningún lado. Están probando unos boulders en los que yo no puedo ni empezar y grabándose en video. Me dicen que lleva seis años dedicadas en exclusiva al bouldering.
Hace mucho calor y la piedra empieza a quemar tanto que, a la dificultad que ya de por sí tienen los boulders, se le suma el que casi no puedes agarrar la roca con las manos. Escalamos un poco más buscando los lados de las rocas dónde da la sombra pero, al poco rato, tenemos que desistir.
Todos los escaladores nos bajamos a Hampi a pasar las horas de calor relajadamente. En mi caso, tengo que cruzar el rio por lo que voy a tardar mucho más. Por el camino que bordea los campos de cereales nos para una pareja de policías de paisano que van en moto. Tratan bastante mal a Tilo. Hay un momento que le meten la mano en el bolsillo con muy malas maneras para registrarle. A mí no me dirigen la palabra, pero intervengoy les pregunto si hay algún problema.
Se girán hacia mí, poniéndome una cara que deja claro que no quieren que me meta. Les devuelvo la mirada con la mayor firmeza que puedo y les vuelvo a insistir. Se miran entre ellos y, tras unos segundos, me contestan que no y que podemos seguir. Los policías en India, están acostumbrados a que la gente les responda de forma muy sumisa. Los turistas, sin embargo, venimos de países en los que no existe ese miedo a la autoridad y les sorprende mucho que les plantemos cara.
Tilo me confiesa que tiene bastante miedo. Por lo visto estan siempre presionándoles y trantándo muy mal a la gente del pueblo. Lo que estaban buscando era droga o alcohol, bastante consumido or algunos de los escaladores y turistas en general. Me parece muy bien que hagan su trabajo, pero me molesta mucho que sean tan altaneros.
Seguimos nuestro camino. Tilo me acompaña hasta el rio y quedamos en encontrarnos, en este lado, otra vez a las cuatro para continuar escalando cunado baje el calor.
Tengo que esperar un rato la barca porque ahora hay menos clientes. Un chico israelí, vestido como un actor de Bollywood, acompañado de tras dos chicas de la misma nacionalidad, está montando un pollo a uno de ls empleados porque no salimos ya. El otro, sin mirarle y con aire de infinita paciencia, le explica una y otra vez, que la barca no sale hasta que se llena. El otro no hace más que gritar y decir barbaridades.
Yo me siento a cierta distancia sobre el crash pad y tomo un rato el sol mientras relajo los músculos. Finalmente viene más gente y cruzamos.
Marco, Babette y Kim, me están esperando en la terraza. Comemos algo. les cuento lo increible que ha sido, y, bajando la voz para que no nos oigan los de nuestro hotel, les explico que el otro lado me ha parecido mejor para estar el resto de la semana. A Babette y Kim se les iluminan los ojos cunado oyen hablar de tumbonas y hamacas para relajarse con vistas al rio.
Decidimos que esta tarde me acompañarán y, mientras yo escalo, ellos van a chequear los guest house.
Mientras saboreamos un "hellow to the queen", me cunetan su mañana. A pesar de haber salido a horas diferentes, se han vuelto a encontrar y han visitado los templos juntos. esta vez Babette les ha convencido para ir en ricksaw en vez de pedaleándo.
Les ha gustado mucho y además, una vez superado, la etapa visita turística de rigor, pueden dedicarse, como yo, a disfrutar más relajadamente del sitio.
A las tres y cuarto nos ponemos en marcha. Cruzamos en seguida y, como nos sobra algo de tiempo les acompaño a ver el primer guest house. esta muy bien. las habitaciones, aunque no llegan al nivel de Gopi, estan muy limpias, tiene una hamaca en la puerta y un magnificos bar comedor repleto de tumbonas para disfrutar de las tades de relax. El precio es de 200 rs, menos de la mitad de lo que estamos pagando.
Como son ya las cuatro nos separamos. Me reuno con Tilo. De camino a las rocas, nos llama un Indio de aproximadamente cuarenta años, desde el interior de un guest house. Tilo dice que es un amigo y entramos. Me advierte que si nos vuelve a parar la policía les diga que Tilo es mi guía de escalada. Me sorprende un poco el consejo, y le pregunto; "¿que otra cosa podría ser?, claro que es mi guía. El otro me pone una cara burlona, y me dice que Tilo es muy joven y que los policías podrían sospechar que tenía otras funciones. Tilo parece un poco avergonzado y baja la cabeza sin mirarme.
La situación me resulta un poco incómoda. Le digo al tipo que no tengo ningún problema en decirle la verdad a la policía, asi que gracias por el consejo, pero no era necesario. Le digo a Tilo que nos marchemos. Mientras andamos me explica que hay turistas que buscan diversión con algunos niños del pueblo. Yo le digo que me repugna ese tipo de gente y que este tranquilo por la policía que yo hablaré con ellos si nos paran.
Dicho y hehco, a los dos minutos, otra pareja de policías nos interceptan. Como siempre se dirigen a Tilo hablandole en el idioma de Karnataka. Les corto tajantemente, explicándoles que vamos a escalar (lo cual es evidente porque llevamos a esalda dos enormes crash pads). Rezongan un poco pero nos dejan pasar. Tilo no hace más que mirar hacia atrás por si vuelven.
Escalamos un par de horas hasta que se pone el sol. Cinco minutos antes, se produce un momento mágico en el que todos los escaladores, aproximadamente una docena, nos paramos y subidos cada uno a su piedra, contemplamos el enorme disco rojo hundirse en el horizonte del palmeral. Puede parecer ingenuo, pero un sentimiento de hermandad se adueña de nosotros. Mientras bajamos todos nos sonriemos y hablamos animadamente. Todos compartimos la emoción de estar en un sitio increíble, muy lejos de todo y haciendo lo que uno ama.
Devolvemos el material y me despido de Tilo. Le doy un poco de dinero por sus servicios, pero le digo que a partir de mañana no le voy a necesitar. Ya conozco suficientes lugares para escalar sólo y además buscar nuevos es muy sencillo, sólo hay que andar e ir eligiendo las rocas que ves marcadas con magnesio. En todo caso quedamos en ernos escalando los próximos días.
Llego por los pelos al último bote. Babette y Kim me están esperando en la otra orilla porque me han visto bajar corriendo. me explican que sí, que efectivamente quieren moverse a este lado pero que han tenido algún problema con Marco. No quieren darme muchos detalles pero parece que, en el sitio en el que más les ha gustado, sólo había una habitación libre y que Marco había insistido demasiado en quedársela. Siento que algo se ha roto entre ellos.
De todas formas intentamos restarle importancia y cuando nos juntamos todos en Gopi, intento hacer bromas y llevar la conversación hacia mi día de escalada para relajar la tensión. Lo consigo y pasamos una buena noche. Cenamos muy bien y jugamos a las cartas.
Cuando terminamos me siento un rato con killom y le explico que nos vamos a pasar al otro lado. Le molesta un poco, pero al final lo entiende.
Com siempre Marco y Babette se va pronto a la cama. Kim y yo, como no tenemos dónde ir a tomar una copa, charlamos durante un parde horas sentados en el banco de la entrada del guest house. Durante ese rato nos visitan dos vacas, un gato y un perro triston que no hace más que ponernos pucheros. Kim esta pensando en acompañarme mañana a escalar. Lo ha hecho un par de veces en Bélgica y quiere intentarlo.
Nos acostamos sobre las doce. Yo estoy cansado. Tengo heridas en los dedos, de las afiladas regletas graníticas y los brazos protestan un poco. Tardo en dormirme un rato. No es preocupación. Repaso mentalmente el día que he pasado y las imágenes que he contemplado. Un día para recordar...., por mucho tiempo.