martes, 27 de enero de 2009

Aventuras Marroquies

Nota: Si estaís pensando hacer un viaje a Marruecos, os recomiendo que visitéis la guía de Marruecos que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

También podéis consultar la guía del desierto de Marruecos en el que se desarolla la acción de este segundo viaje a Marruecos.


Marruecos nunca defrauda.

En poco más de una semana da tiempo a cruzar el Atlas nevado detras de una maquina ¨quita nieves¨, cruzando los dedos para que el coche no se te cruce de atrás, tener una discusión callejera con unos supuestos guardas de un parking inexistente que te han deshinchado una rueda para que no te vayas sin pagar, tomar el sol en una piscina relajadamente, fotografiar camellos ¨pastando¨ en el desierto, escalar en una garganta (la del Todra) que ofrece paisajes similares a los del cañón del colorado y escuchar el canto del muecín mientras te tomas un té en la Plaza Jma al Fna.

Empezando por Essaouira, durante dos días comimos cenamos y estupendamente, paseamos por la Medina y los puestos del Bazar y miramos relajadamente las olas estrellándose en los rompientes desde los muros del fuerte portugués que rodea la antigua ciudad. Lo recordaba un poco más barato pero en todo caso, me volvió a parecer un sitio al que me gustaría volver, por tercera vez, y dedicar tres o cuatro meses a cometear sin parar. Me encanta el olor a océano que recorre todas las callejas de la ciudad arrastrado por el viento.

La etapa entre Essaouira y Ourzazate, cruzando el Atlas, nos permitió disfrutar de un día de cielos azules inmaculados, carretera de curvas y paisajes maravillosos en la que el primer tramo estuvo dominado por los intensamente verdes bosques y la blanquísima nieve reflejando el sol. Una vez superado al puerto, el descenso hacia al desierto nos ofreció un sinfín de matices entre el rojo intenso arcilloso de las montañas, naranjas, y negros de los ergs que preceden la llegada a Ourzazate. Cenar con cerveza y untar pan en un tajin de pollo con ciruelas en Chez Dimitri redondea un día agotador pero perfecto.

De camino a Todra recorrimos la ruta de las mil Kasbahs, pasando por la garganta del Dadés, que no nos prepararon para la espectacular Todra, recogimos a un chaval berebere que quería llegar a su pueblo, hicimos un millón de fotos y disfrutamos de una nueva jornada de sol y calorcito, que falta hacía.

Una vez ya en Todra, encontramos, al final de una pista de piedras de unos 7 kilómetros que se adentra en la garganta, el magnífico Albergue Le festival, dónde nos alojamos en una cueva y disfrutamos del silencio de un lugar mágico en el que creímos que íbamos a ser los únicos huéspedes. Al final lo compartimos con unos franceses, pero no nos importó. Bajamos a Tinehir a comprar cervezas y con el anochecer disfrutamos de un cielo de un millón de estrellas, cantamos con los trabajadores beréberes que regentaban el lugar y cenamos sopa, ensalada y mussaka.

La jornada siguiente empezó con un trekking mañanero. El objetivo, ascender en línea recta desde el cauce del arroyo junto al que se encuentra el albergue, hasta el risco que se alza unos 800 metros más arriba. No hay caminos en ese terreno, o al menos yo no supe encontrarlos. El terreno es un pedregal, matorral bajo, nieve y algo de hielo. Las vistas, a cada revuelta espectaculares. Al final, en los últimos 50 metros un pequeño tramo de pared me obligan a dejar la tarea inacabada. Aunque es muy fácil, no conviene correr riesgos que puedan estropear las vacaciones. No he venido a escalar. Otra vez será. De regreso al albergue, sudado y feliz, despedidas y nuevamente en marcha para alcanzar merzouga.

El Camino es más bonito que el día anterior, más parecido al desierto que recordaba. Los pequeños pueblos que recorremos llenos de kasbahs y gente sonriente y amable. Eso sí, cuando llegamos a los dos que hacen de “puerta del desierto¨, la amabilidad deja paso al acoso. En Erfoud, compramos cervezas en un hotel, y empiezan a perseguirnos con ofertas de hoteles y tours en el desierto. En Rissani, dónde los guías falsos han quitado el cartel que indica como llegar a merzouga, el acoso ya es total e incluso un tanto agresivo. Llegamos a Merzouga tarde ya oscuro y nos cuesta un poco encontrar alojamiento, estamos a punto de quedarnos en el mismo sitio en el que estuve yo en mi primera visita, pero en el último momento encontramos uno muchísimo mejor por algo más de dinero. Cenamos con Vino.

El dia siguiente fue muy productivo. Empezando por una caminata de más de tres horas en las dunas, justo hasta llegar a una de las grandes dunas desde las que se ve el final del Erg Chebbi y la frontera con Argelia. De regreso, para relajar músculos, sesión de piscina y siesta. Por la tarde, visita al lago, que estaba rebosante de agua, ha debido llover mucho en la zona últimamente, visita al oasis, compra de regalos a unos niños del pueblo, y subida a una duna a ver la puesta de sol. Lamentablemente unas nubes justo en el horizonte la afearon y las fotos, esta vez, no fueron las mejores. La cena, con vino nuevamente.

La nueva jornada nos tocaba volver hacia Ourzazate. Sin embargo el recorrido lo planteamos por una carretera secundaria que bordeaba el desierto y que estaba mucho menos transitada que por la que llegamos. Los paisajes eran aún mejores y los pueblos, incluido el magnífico Knob, preciosos. Mediada la tarde, y cuando ya pensábamos que no podía había haber nada más bonito, entramos en el valle del Dráa, dónde tengo que volver y alojarme unos días en algún camping en medio del palmeral. Durante unos cincuenta kilómetros las carretera serpentea entre unas montañas anaranjadas, un inacabable palmeral, un río rojo que arrastra un caudal considerable y un sinfín de pueblitos medievales. De vuelta a Ourzazate, nueva cena en Chez Dimitri. Somos animales de costumbres.

Cerrando ya el círculo y de regreso a marrakech. El día amanece nublado y con aspecto de que en las montañas nos iba a caer lo que no esta escrito. Sin embargo, los marroquíes, siempre optimistas, o resignados según como se analice, nos aseguraban..., no, ningún problema amigo, la carretera esta abierta seguro. Al poco de empezar el puerto, nos encontramos una caravana de coches y las barreras cerradas. Empieza a nevar copiosamente. Todo el mundo sale de los coches y empieza a hacer análisis sesudos sobre la situación. Desplegamos los mapas buscando alternativas, preguntamos a todo el que nos cruzamos que opinión tiene el sobre si pasamos hoy la noche en el puerto o no. La policía dice que sí, que en una hora abren, pero añaden con una sonrisa: ¨inshallah¨ (si dios quiere). Al final todo sale bien y cruzamos las montañas siguiendo las máquinas quitanieves.

La noche la pasamos en un Riad, previa compra de regalos en los bazares, cena en la plaza y paseo por los jardines de la Koutoubia.

Y nada más. A la mañana siguiente avión de regreso a Madrid y se acaba un pequeño viaje del que sin embargo hemos disfrutado como si hubiese sido uno de los largos.

Una vez más el post me ha salido largísimo, aunque me había propuesto todo lo contrario. Además, y a pesar de que me estoy leyendo la recopilación de artículos de reverte, ¨con ánimo de ofender¨, en la que no hace más que utilizar tacos de buen calibre sigo escribiendo como un cursi. Que le vamos a hacer. Tampoco se puede pedir mucho de algo que se escribe y publica sobre la marcha, así, sin corregir ni nada. Algún día me marcharé a un lugar muy lejano, retomaré todos los textos de este blog y, quizá, con tiempo y algo más de madurez, podré sacar algo potable.

jueves, 8 de enero de 2009

Rumbo a Marruecos

En menos de 24 horas estaré cogiendo un avión de KLM en Schipol (Amsterdam) con destino a Madrid y desde ahí, al día siguiente, otro de Iberia que me volverá a llevar a Marrakech, "la perla del sur".
Esta vez no va a ser un viaje largo, ni de mocila, pero al menos serán 8 días para recorrer algo del desierto marroquí y después, si da tiempo, bajar a la playa de Essauira a pasar un par de días antes de regresar al frio invierno europeo.
En Amsterdam llevamos aproximadamente diez días con los canales helados y hace un millon de años que no siento el sol calentarme la cara. Estoy deseando comerme un tajine de cordero y tumbarme en una de las grandes dunas de merzouga. Ir a correr a la playa en essaouira y darme un baño al terminar en el océano.
También quiero recorrer las gargantas del dadés y el todra que en mi última visita a Marruecos no pude ver. Eso sí, no pienso escalar en ellas. Todos los músculos de mi cuerpo piden a gritos una semana de descanso y no tocar una pared.
No se si tendré tiempo de escribir. No prometo nada. Es un viaje para disfrutar. Descansar física y mentalmente. Sólo quiero hacer lo que me apetezca en cada momento. Disfrutar de la compañía y de los incríbles escenarios que tiene el país.
Nos vemos a la vuelta, hasta pronto.