lunes, 24 de septiembre de 2007

Días perfectos

Algunas veces, normalmente cuando sale el sol, es facil pensar que Holanda es el mejor sitio para vivir del mundo. Ayer fue uno de esos días (escasos) en los que tuvimos un sol radiante y se puede disfrutar de este país en toda su dimensión.
Cómo ya sabíamos que iba a hacer buen día, por los proníosticos, me había preparado una completa agenda de actividades al aire libre. El día resulto redondo.
Por la mañana había quedado con un amigo australiano, con el que escalo habitualmente en un rocódromo, para probar en la única zona de escalada al aire libre que hay en todo el país. Dicha zona es, en realidad, un muro artificial que han contruido específicamente para escalar. Para llegar al sitio, que se suponía que estaba en le medio del campo, sólo teníamos unas fotos y el nombre del sitio en el que creíamos que estaba; Spaarnwoude.
Primero compramos el billete de tren hasta una estación que tenía ese nombre. Llevabamos las bicis porque luego sabíams que tenáimos que pedalear un rato. El recorrido en tren fue de unos cinco minutos. Desde allí nos costó más o menos una hora de pedaleo llegar hasta la pared (aunque seguro que tiene que haber una ruta más cómoda), pero lo cierto es que el paseo mereción la pena.
Spaarnwoude es un pueblo pequeñísmo, pero también el nombre de una provincia (también pequeña), en la que se encuentra una especie de Parque, Reserva Natural, Zona de Ocio y deportes, todo en una vez. Mientras pedaleabamos no hacíamos más que ver verdes praderas llenas de vacas, ovejas, caballos, perfectos canales con sus barquitos, cisnes, patos, garzas, inmaculadas casas holandesa (algunas flotantes), pueblos de cuento, gente que te sonreía al cruzarte con ellos, etc, etc.. Todo ello con una temperatura de unos 22 grados y un sol magnífico.
Después de dar muchas vueltas entramos en la zona deportiva, en la que, por cierto, hay hasta una instalación para hacer Snowboard. En la zona de escalada, situada sobre unas colinas que permitían ver un magnífico paisaje de granjas y canales, había unas 20 personas. Esparcimos nuestro equipo por la pradera que circundaba la pared, y nos pusimos a escalar. La pared esta muy bien diseñada. La vertiente este, más facil, tiene agarres artificiales del estilo de los de los rocódromos, y la oeste, es más perecida a una montañan natural, ya que presenta aristas, regletas, fisuritas en la propia en la propia roca.
Me sentí bien, aunque no muy confiado porque era la primera vez que escalaba de primero desde hace meses, y además después de mi lesión de clavícula. Arriesgue lo justito, pero disfrute lo suficiente. Ashley (que así se llama mi compañero) es mejor escalador y el le sacó aún mayor partido.
Tras unas tres horas de escalada y de devorar un sandwich, algún dulce y un litro de agua por cabeza, decidimos que no podíamos terminar el día sin volar la cometa. De camino yo me había fijado por los carteles que estabamos cerca (a unos 5 kilómetros) de Ijmuiden, el sitio más famoso para hacer Kiting (bien sea kitesurfing, con Buggie, o Mountainboard) de Holanda. Volvimos a empaquetar todo y nos fuimos pedalenaod para allí.
Estaba bastante lejos, porque a los 5 kilómetros que efectivamente había, hubo que sumarle, otros tanto hasta llegar a la zona de playa y dunas, pero al fín llegamos. Había muy poco viento y los cometeros que se veían por la zona estaban recogiendo. De todas formas fuimos hasta cerca de la orilla y volamos la cometa un buen rato. El sitio es perfecto, playa anchísima, llana y viento asegurado casi diariamente.
Fue mi primer día plácido con la cometa. Había el viento justo para que volara, pero casi no traccionaba. Ashley también probó pero tenía algunas dificultades con la técnica de giro. Es normal, era su primer día.
Cuando nos cansamos de tanta cometa, recogimos y nos fuimos a tomar una cerveza a un chiringuito. Cómo no queríamos recorrer todo el camino de vuelta hasta la estación de trenes en bici (habría cerca de dos horas), le preguntamos al camarero cómo volver a Amstrdam. Nos aconsejo que fuésemos por la playa, hasta Bloomendal y desde allí por el carril bici que bordea también la playa hasta Zaanvoort. Eso hicimos.
El tramo de playa, de unos 7 kilómetros, fue duro. Nuestras bicis no eran de montaña, y las ruedas se hundían en la arena dificultando bastante la marcha. Sin embargo el lugar era magnífico, a la derecha el mar y la puesta del sol, la playa casi vacía, a la izquierda un mar de dunas. Además fisicamente volví a sentirme tan bien cómo antes del accidente. Se ve que los entrenamientos están dando su fruto.
Mientras pedaleo pienso, en el día que estamos pasando. Las imágenes que me vienen a la mente (soy un poco cursi) son las tìpicas de las películas, con música de fondo, y los protagonistras correteándo y abrazándose mientras se revulecan por el hierba. La única diferencia con nuestro día es que, en lugar de ir acompañado por una bella señorita (en mi caso, sería Raquel), iba con un amigo. Ciertamente, había sido el típico día en el que todo sale perfecto, y que tienes que pellizcarte para ser consciente de que no estas soñándo, y que eres super feliz.
En estas cosas iba yo pensando, cuando llegamos al inicio de bloomendal y pudimos, tras subir una rampa de arena infernal, coger un carril bici. Desde allí fuimos facilmente, a través de las dunas, a una zona (entre Bloomendal y Zaandvort) dónde cada Domingo por la noche se celebran Raves. Cómo daba la casualidad de que ese día era domingo, y además había hecho muy buen tiempo, aquello estaba concurridísimo. Nos detuvimos a cotillear. La música electrónica sonaba a todo trapo, miles de personas bailaban directamente en la playa, o en unas carpas que habían situado, dónde supongo que estarían los DJs, barras, etc..
Yo me hubieramo quedado, pero claro, con el material de escalada, la cometa, las pintas que llevabamos (todo sudorosos) y el cansancio, no era plan. Pero es un sitio al que tengo que volver (está sólo a treinta minutos de mi casa en tren).
Nos pusimos otra vez en marcha y, en unos quince minutos más, llegamos a Zanndvort. Agotados en el andén nos sentamos en el suelo, luego en el tren mi compañero se quedó dormido en no más de treinta segundos. Llegamos a Sloterdijck. Nos despedimos sonrientes. Ha sido un día magnífico y todo el recorrido hemos ido viendo cosas increíblemente bonitas. El país entero esta pensado para que la gente sea feliz y disfrute. El único inconveniente es.... el clima.
Cuando llego a casa, me doy una ducha, recojo las cosas, y me relajo. Raquel, amablemente nos prepara la cena, porque yo no puedo ni moverme. Durante la cena le cuento todo lo que hemos hecho, y planeamos repetirlos próximos fines de semana.
Después de cenar intento escribir este post. No puedo, estoy demasiado cansado. Lo haré mañana. Me voy a la cama, leo una página y media de mi libro y me quedo competamente dormido. Eso sí, con una plácida sonrisa.

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