Además, como los agujeros estaban llenos de agua, era difícil calcular la profundidad y por tanto, la velocidad a la que había que tomarlos.
El camino discurría por fincas de palmerales y algunas praderas, pero a los pocos kilómetros (unos 5), se acabo el asfalto y nos internamos, por un serpenteante camino de tierra (más bien barro), en la selva.
Como puede verse en el mapa, se traviesa, desde Chacarita, el Parque Nacional Piedras Blancas, en dirección a Mogos, al borde del Golfo Dulce (llamado así por la cantidad de ríos que desembocan allí).
En realidad, salvo lo poco que había visto en Iguazú (en el 2004), esta era la primera vez que estaba en la selva. Además esta vez íbamos por nuestra cuenta, nadie nos esperaba, y no estábamos muy seguros de si la ruta era practicable, lo que le añadía un punto de encanto al viaje.
Es decir, que ir de un sitio a otro, como en este caso, de Chacarita a Puerto Jimenez, es más difícil, que ver en el mapa el camino, y enfilar el morro del coche hacia el destino elegido. Por supuesto, todas mis dudas sobre la viabilidad del viaje, me las guardé y no las compartí con mi novia. ¿Para qué preocuparla antes de tiempo?
Yo me debatía internamente entre la preocupación (por no saber si llegaríamos sanos y salvos) y la euforia. En realidad, no tenía porque sucedernos nada malo, y lo peor que podía acurrir, si se nos hacía de noche y no podíamos continuar por cualquier motivo, era tener que dormir en el coche. Tampoco parecía un plan tan horrible.
Evidentemente en una pista como esta no hay gasolineras cada pocos kilómetros y, lo que más me sorprendía, es que seguíamos sin cruzarnos con ningún coche. Las verdad es que si tuviésemos que pasar la noche en la cuneta, aunque objetivamente no tendría porque pasarnos nada, no cada vez me pareía menos apetecible.
De todas formas no quedaba otra que seguir adelante y confiar en nuestra suerte. Tardamos una hora y media en llegar a Rincón (27 km de la interamericana), pero al final lo conseguimos.
Lo malo es que cuando llegamos, de noche y empezando a sentir el cansancio (llevabamos desde las 9 de la mañana en el coche), nos encontramos con que no era más que un grupo de casas desperdigadas.
No se veía ni un alma, apenas alguna luz en las casas, y nada parecido a un centro "urbano", con su bar, su gasolinera, hostal, etc.., !nada!. Desolador.
- Buenas noches. Les saludé. ¿podrían decirnos dónde esta la gasolinera por favor?.
Se miraron entre ellos, sorprendidos por la pregunta, (creo que también porque les hablase en español, ya que la mayoría de los turistas de la zona son Norteamericanos), y muy serio uno de ellos me respondió.
- Está en Puerto Jimenez, señor.
De repente, toda mi esperanza de llegar a Puerto Jimenez esa noche se desvneció.
Mi presunción de que en cualquier población tenia que hacer una gasolinera, era una vez más errónea. En rincón no hay una gasolinera 24 horas, con autoservicio, supermercado, etc..., simplemente no hay gasolinera y yo debería haber repostado en Chacarita antes de meterme por esos andurriales.
Pero claro, en total, !no eran más que 70 km! (hasta Puerto Jimenez), ¿como iba yo a pensar que se tardaría tanto?.
Debí de poner una cara realmente patética, porque los propios lugareños, adivinando que no tenía suficiente para llegar a Puerto Jimenez, me sonrieron y me dijeron que podía comprarles gasolina a ellos.
Me quedé sorprendidísimo. No entendía nada, ¿como me van a vender gasolina si no hay gasolinera?. Uno de ellos, el que parecía el "jefe", bajito y de unos cincuenta, llamó al dueño que estaba en la trastienda y le explicó que queríamos gasolina.
El tipo dijo que no había problema. Respiré. Le pregunté el precio (!como si tuviese opción!), me dijo un precio por galón (para colmo no tenía no idea de su equivalencia en litros), y, evidentemente, le dije que ok. Lo que me importaba era tener gasolina, el precio era secundario.
Me dijo que fuese al coche y que lo llevase hasta la parte de atrás de la casa. Mi novia que ya estaba un poco agobiada por lo que había tardado me preguntó que que había pasado. Escuetamente, le dije que ya estaba resuelto y que luego se lo explicaba.
De repente me dio por pensar que nos podían atracar, quitar el coche y todas nuestras cosas. Pero tampoco teníamos otra opción y evidentemente no paso nada de eso, más bien todo lo contrario.
Aparqué el coche en medio de una pradera, justo detrás de la casa. Al minuto salió el tipo de la tienda con una garrafa de combustible y un embudo. No me dejó ni ayu darle para que no me mancharse las manos. Lo hizo todo el, y cuando fui a pagarle, como sobraba algo de dinero (creo que un dolar y poco), me hizo esperar para darme el cambio, aunque yo le insistí en que se lo dejaba de propina.
Así son las cosas en estos sitios. Aunque no tienes los servicios de las ciudades modernas, la gente es infinítamente más hospitalaria y, si pueden, te ayudan a resolver cualquier problemas. Estoy seguro que incluso nos hubieran alojado en su casa.
Volví a la tienda y compre algunas chucherías de comer y, de paso, les pregunté cómo estaba el camino. Me dijeron que ya había pasado lo peor. !Al fin una buena noticia! Se despidieron todos de mí, me monté en el coche y volvimos al camino.
Una vez en el coche le explique todo a mi novia, que evidentemente no había entendido muy bien la maniobra.
Continuamos y a los pocos kilómetros el camino empezó a mejorar. La carretera recorría la única franja de terreno de la península, que no es Parque Nacional, y que, por tanto, ha sido deforestada para usos agrícolas. Además estábamos bordeando el mar y el terreno, completamente llano, nos permitió ir bastante más rápido.
Empezábamos a ver las cosas con más tranquilidad. Aunque era tarde (las 8), teníamos gasolina y el camino había mejorado bastante. Además empezamos a cruzarnos, de vez en cuando, con algún otro coche. Nos relajamos y volvimos a disfrutar del camino.
Pero todavía no habíamos llegado y aún nos pasaría alguna cosa más en el camino que nos sorprendería.
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