lunes, 5 de marzo de 2007

Camino de Puerto Jimenez I; El cerro de la muerte y una mordida

Cuando uno es de ciudad y viaja a sitios más o menos "exóticos" le pasan cosas que ponen de relieve su ignorancia. En el primer día que pasé en Costa Rica, (ya hace dos años), me pasaron varias de ellas.


A saber; casi nos quedamos a dormir en mitad de la selva, apunto de quedarnos sin gasolina, tuvimos que pagar un pequeño soborno, y, !para colmo!, había unas cosas brillantes en los árboles que no sabíamos que eran, pero que parecían ojos que nos miraban.

El recorrido previsto era ir, en todo terreno, desde San José (dónde teníamos que hacer noche tras un avión de 20 horas), hasta Puerto Jimenez. La distancia era de unos 350 km y, a priori, parecía asequible para un día entero. Sin embargo las carreteras Ticas no son precisamente, y gracias a Dios (por aquello de la conservación de medio), como las autopistas europeas.

Nada más salir de San José, tuvimos que superar una zona montañosa, que se llamaba el Cerro de la Muerte. El siniestro nombre se debía a que, esta zona montañosa que llega hasta los 3000 metros de altitud, es fundamentalmente recorrida por grandes camiones de transporte de mercancías (sobre todo de madera), que no respetan ninguna de las normas de circulación.
Por lo que nos contaron, levan los frenos rotos y reducen metiendo primera, no pasan ningún tipo de revisión (tipo ITV) y los conductores realizan jornadas agotadoras, cuando no van "tomados".

Cada vez que te cruzabas con alguno de aquello monstruos e 25 toneladas, cruzabas los dedos, y confiabas en que no te arrasase.

Por lo demás, el recorrido compensaba por las vistas, que eran realmente espectaculares. Para nosotros que no estamos acostumbrados a circular por carreteras entre selvas, cada curva nos parecía que daba paso a un nuevo paraíso.


En realidad, las velocidades, y por tanto el riesgo, no son altas. El límite permitido es de 80, en la "interaméricana" (la principal vía de comunicación del país y de todo el continente americano, ya que recorre, prácticamente sin interrupciones, desde Alaska hasta Tierra de Fuego), 50 en zonas de curvas y proximidad de poblaciones y, únicamente, 25 en la proximidad de escuelas de niños.

En definitivas cuentas, se avanzaba despacio. Quizás a unos 100 km cada 2 horas. Más o menos tras ese tiempo, superamos la zona más conflictiva (por lo estrecho de la carretera y la cantidad de curvas) y empezamos a descender en dirección a San Isidro.

Mientras bajabamos hacia el valle, la selva se iba despejando y empezaban a encontrarse zonas "ganadas" para la agricultura. Al mismo tiempo aumentaba la densidad de población y no parábamos de atravesar pequeños pueblitos, lo que retrasaba nuestra marcha.

Todos eran muy parecidos. La escuela de color azul o verde (chillón), las sodas (bares) también de colores y con carteles de imperial (la cerveza local, muy buena, por cierto, y servida con hielo), y pequeñas casas unifamiliares de madera con jardín, sencillas, pero dignas. Desde luego no daba en ningún momento la sensación, a pesar de ser una zona no turística y de ser aldeas agrícolas del interior, de pobreza.

Nos cruzábamos con cantidad de gente andando o en bicicleta por la carretera. Esto, que es una constante en América del Sur, África y Asia, sorprende un poco a los turistas occidentales, porque en nuestros países es impensable. Todo el mundo tiene coche.
En costa Rica hay muchos pueblos pequeños, cada pocos kilómetros, y las casas están desperdigadas en todas direcciones. Por este motivo tanto niños como adultos, van en bici a la escuela, el mercado, etc.. Normalmente no son distancias largas, dos o tres kilómetros, y el desplazamiento sirve de escusa para hacer relaciones sociales.

Los niños van a la escuela en pandilla, todos con sus uniformes. A veces van varios en la misma (yo vi hasta tres), demostrando una pericia insuperable. Eso sí, sin hacer ninguna carrera, van riéndose y hablando. Los mayores, de todas las edades, también circulan sin complejos a pie o en bicileta. Los más afortunados tiene pequeñas motos y algunos "piks ups" todo terreno. Cunado llueve, que es muy habitual, se mojan y punto. Es agua, tampoco pasa nada.

Pero me estoy desviando....Nos habíamos fijado que, en las cercanías de las escuelas, había carteles que avisaban de que el límite ´de velocidad quedaba fijado en 25 km/h, en presencia de escolares.
Aunque me parecía exagerado, quería hacer caso a pies juntillas, y, cuando veía niños, reducía drásticamente la velocidad. Sin embargo cuando no los veía, aunque pasase cerca de una escuela y estuviese la señal, reducía menos (digamos a 50). ¿parece lógico no?

Bueno, pues al poco rato, al pasar una curva, vemos al final de la recta, muy a lo lejos un coche de policía. Reduzco la velocidad aunque no creo haber cometido ninguna infracción. Sin embargo, y para mi pesar, el policía, perfectamente uniformado y con algo en la mano que parece un altavoz, pero que era un radar manual, se cruza en carretera y me hace gestos para que detenga el coche en la cuneta. !Mierda! mi primer día en Costa Rica y me van a multar.

El Policía, muy educadamente, nos saluda y pide la documentación del vehículo. Se la doy y le pregunto si es que iba demasiado rápido. Me dice que sí y que un poco más atrás había una señal de escolares, y al mismo tiempo me enseña el radar en el que marca 51 km/h. !No me lo puedo creer 51!, en España me darían un premio por mi prudencia.

Le intento convencer de que no había niños a la vista y que por tanto no tenía que bajar a 25, pero el tío me dice que hoy es día de escuela y que, por tanto, esa velocidad (25) es la máxima permitida, y, po tanto, voy a más del doble.
Utilizo la táctica del llorón.
- Oiga, acabamos de llegar a Costa Rica. Ha sido el desconocimiento y no la mala voluntad la que me ha hecho cometer el error.
Además le explico que en España los límites de velocidad son muy superiores y que eso me ha despistado. El tipo me contesta que ya lo sabe pero que en españa tenemos carreteras muy buenas. Me deja sin argumentos.

Me dice que lo siente pero que va a tener que multarme. Y mientras escribe, empieza explicarme todas las desgracias que me van a pasar. Lo cara que va a ser la multa, que me pueden retirar el permiso de circulación, e incluso inmovilizar el vehículo. En definitiva, el tío esta intentando asustarme.

Esto podía tener dos explicaciones, la primera y más inocente por mi parte es que me estuviese intentando amonestar (como a un niño pequeño) para que sea mejor persona a partir de ese momento, y la segunda, más plausible, que quisiera que lo arreglásemos entre los dos.

Estaba casi seguro de que esa era la respuesta y que, "simplemente" me iba a costar unos dólares la broma. Sin embargo en las guías de viaje (Lonely y Audi) aseguraban que en Costa Rica no eran frecuentes las "mordidas" (sobornos). Incluso aseguraban que los funcionarios se sentirían muy ofendidos si se lo insinuábamos. Así que me resistí y le lloré un poco más.

Ni caso. Siguió diciéndome que iba tener muchos problemas y como vio que yo no decía nada, me hizo la pregunta mágica:

- Bueno señor, ¿que hacemos con su multa?

Y claro, no hubo más remedio que decirle:

- Hombre, quizá con 10.000 colones (unos 20 dolares) fuese posible compensar mi infracción...

No tenía ni idea de si la cantidad era enorme o ridícula, pero en un segundo la multa fue arrancada, y el billete de 10.000 colones estaba en el bolsillo del policía.
Me pidió que fuera más despacio a partir de ahora y, dándonos los buenos días con una sonrisa, nos dejo marchar. Bueno, !que le vamos a hacer!. El incidente no iba a enturbiar el día, eso sí, a partir de ese momento, en las zonas de escuela a 25 clavados.

El numerito nos había retrasado aún más, pero como ya eran las dos de la tarde, paramos, en una soda muy agradable junto a la carretera para reponer fuerzas. Nos pareció ideal, porque era una terraza y eso nos permitía ver desde la mesa el coche (y, por tanto, no tener que descargar las mochilas).
El otro lado la terraza daba a una ladera muy empinada lleno de grandes árboles inmensos, en los que los dueños de la soda, habían colgado frutas y venían infinidad de pájaros de todos los colores a comer. El conjunto era muy agradable. Tomamos un gallo pinto (plato típico tico, a base de arroz, judías, huevo revuelto, pollo, y ensalada) muy rico, un par de Imperiales, y en seguida nos pusimos en marcha. Por cierto, el precio era ridículo, unos 2 dolares por cabeza.

Ya en las tierras bajas, avanzamos con mas rapidez. El paisaje seguía siendo infinítamente más verde que en España, pero ya no tenia la frondosidad del puro bosque, y con bastante frecuencia se veían plantaciones, especialmente del cactus qu se saca el aloe (no recuerdo como se llama).

Aproximadamente a las 4 de la tarde cayó un chaparrón tremendo. Con los limpiaparabrisas a tope y a 20 km/h, no se veía absolutamente nada. Duro escasos 15 minutos. Es un fenómeno muy frecuente en Agosto en centroamérica (es época de lluvias).

Pasado el chaparrón llegamos al lugar en dónde debíamos abandonar la interamericana y tomar una pista, bastante dudosa, hasta Puerto Jimenez. Eran sólo 70 km, pero sólo teníamos una hora de luz. ¿sería suficiente para llegar?.

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