domingo, 24 de febrero de 2008

Día 7; Haciendo canopy en Monteverde

Nota: Si estáis pensando hacer un viaje a Costa Rica, os recomiendo que visitéis la guía de Costa Rica que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com

Como siempre, nos levantamos muy temprano y desayunamos fruta, cereales y café. Cunado terminamos, bajamos a la recepción del hotel, dónde nos viene a recoger, la furgoneta del sitio dónde vamos a hacer el Canopy.


Hay otra pareja de turistas esperando que también vienen con nosostros. Durante algo más de media hora vamos dando tumbos por pequeñas e intricadas pistas de montaña. El punto de partida del canopy es un lujoso centro turístico, con hotel, restaurantes, museo natural (en el que se pueden ver mariposas tan grandes como mis dos palmas de las manos puestas juntas) y tiendas. Hay muchisimos turistas que han venido en autobuses y un ambiente de "aventura prefabricada" que no nos termina de gustar. De todas formas, como estamos en época efervescente, a todo le terminamos encontrando la gracia.

Nos llevan a una sola de material y nos equipamos convenientemente. El material que necesitamos es; un arnés con gancho y mosquetón, para engancharse a los cables, guantes, que se utilizan haciendo presión en el cable para frenar, y un capote impermeable. Lo del capote es un poco agobiante, dado el calor, que con los primeros rayos del sol, hace. Sin embargo nos aseguran que Monteverde (o Monte nublado) se llama así porque siempre llueve y que es imprescindible.

Nos dirijimos a la zona de instrucción. Nos separan en grupos en función del idioma, español, francés o inglés. En el grupo de españoles (o latinoamericanos) estaremos unas 15 personas. Los instructores nos meten miedo durante quince minutos, aludiendo a grandes golpes, amputaciones de dedos y caidas desde docenas de metros. Para quién no sepa exactamente lo que es, el Canopy consiste en tender unos cables de arbol a arbol, a bastante altura, para lanzarse colgado de los mismos y así ir recorriendo la selva. Para llegar a las plataformas, desde las que uno debe lanzarse, han instalado cómodas escaleras que permiten accder a cualquier persona, sea cual sea su forma física.

En concreto, este en el que estamos, se supone que es de los más grandes de centroamérica y tiene recorridos de más de 700 metros de un arbol a otro.

Subimos al primer arbol. Nos repiten todas las instrucciones, comprueban el material y nos van lanzando de uno en uno. El primer cable es de unos cien metros, a unos treinta de altura, y bastante plano. No se coje mucha velocidad y casi todos pecamos de frnar demasiado y nos quedamos cortos. Cuando sucede eso, hay que darse la vuelta y recorrer los últimos metros, hasta la siguiente plataforma dónde esta esperando otro monitor, tirando con los brazos.

Las vistas son muy chulas, pero desde luego no parece nada peligroso. Seguimos pasando de arbol a arbol durante una hora más o menos. En algunos puntos hay que descender al suelo y andar un poco hasta el siguiente punto de lanzamiento. Hay una humedad asfixiante y sudamos por todos los poros de nuestro cuerpo. En uno de los recorridos a pie, como no estoy en muy buena forma (mucho trabajo y poco ejercicio físico), me da un mareo y tengo que esperar varios minutos hasta que la cabeza vuelve a estar en su sitio. Raquel me espera un poco preocupada. Me recupero y seguimos.

Como sorpresa, nos tienen preparado un "tarzán". En medio del recorrido, han montado una cuerda atada a un arbol enorme y quien quiere, se lanza al abismo para luego balancearse durante unos treinta segundos a más de veintemetros de altura. Yo lo hago y cai me rompo la crisma. Como peso bastante, el rebote casi provoca que me de contra la plataforma desde la que he saltado. Por lo demás es muy divertido.

Hacemos una hora más de canopy. Los cables largos, dan la oportunidad de relajarse y contemplar los diferentes valles y un bosque húmedo de embriagadora belleza.

Terminamos bastante cansados, así que de regreso en la zona de descanso, nos tomamos una cocacola y un sandwich. Para aprovechar más el día, compramos unos tikets, que dan derecho a hacer un recorrido por unos puentes colgantes y así poder ver el bosque alejados del bullicio del canopy. El recorrido es de unas dos horas y lo hacemos relajadamente. Haciendo fotos cada veinte metros. A mitad de camino, empezamos a oir truenos. Parace que se acerca una tormenta, así que aceleramos el paso. La tormenta se acerca rápidamente y los últimos diez minutos los hacemos bajo un auténtico chaparron. Como habíamos dejado los capotes despues de hacer el canopy, llegamos absolutamente calados. La tormenta se intensifica y llueve como yo jamas había visto hacerlo. Los truenos retumban con tanta fuerza que, incluso dentro del edificio de la zona de descanso, impresionan.

Algunos de los monitores del canopy, que también se han refugiado, se estremecen a cada relámpago. Llevados por la curiosidad, porque pensamos que en teoría deberían estar acostumbrados, preguntamos el motivo a uno de ellos. Nos cuenta que un rayo mató a uno de sus compañeros hace escasas semanas.

La zona de descanso se ha convertido en un hervidero. Cada vez llueve más y los empleados están nervisos y no hacen más que hablar por "walkies", avisando de que se va a cerrar por hoy toda la instalación. Las camionetas no dan a basto para bajar a la gente al pueblo y hay que esperar bastante.

Al final cojemos la nuestra. Al igual que cuando llegamos, la lluvia es tan fuerte que el camino se convierte en una torrentera. El conductor, llama avisando de que el camino va a quedar bloqueado. Lo cierto es que hay momentos que no se sabe si estamos rodando o siendo arrastrados por el agua. Sin embargo, el conductor tiene una gran pericia y llegamos abajo sanos y salvos.

Llegamos a nuestro hotel completamente empapados y bastante cansados. Nos damos un baño de agua caliente y descansamos un buen rato. Las vistas del monte desde nuestro ventanal, con la tormenta descargando con fuerza, son espectaculares.


Por la noche bajamos a cenar a un restaurante que recomedaban en la guía y que efectivamente es magnífico. De vuelta al hotel, paramos un momento en Santa Elena a intentar tomar una copa. Hay un sitio y bebemos algo, pero no hay nada de ambiente y decidimos volver a nuestra estupenda habitación.

Antes de acostarnos recuerdo que me he dejado la guía en el coche. Como tengo que preparar el viaje de mañana (a Volcan Arenal), me pongo las botas y salgo a por ella. Cuando llego al coche y abro la puerta, siento a mi alrededor un zumbido, enciendo la linterna y compruebo que estoy rodeado de un torbellino de polillas de todos los tamaños y colores.

Enfoco el coche y compruebo que esta literalmente cubierto de ellas. Algunas tiene el tamaño de mi mano. Un guarda, que observa la escena, me explica que se posan en el coche en busca del calor que queda en el motor. Me quedo hablando con el unos minutos. ¿que estas haciendo aquí?, ¿tienes que pasar toda la noche trabajando?. Me explica que desde hace unos días hay unos coyotes que bajan a buscar basura y que puede ser peligroso para los clientes del hotel. Clavo mis ojos en la oscuridad, por dónde el me indica que suelen pasar, pero no veo nada. Me despido y vuelvo a la cama.

Le explico a Raquel la escena de las polillas y parece encanta de no haber sido ella las que las ha visto. Las odia a muerte.

Dormimos escuchando truenos en la lejanía y el murmullo de la lluvia.



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