Nota: Si estáis pensando hacer un viaje a Costa Rica, os recomiendo que visitéis la guía de Costa Rica que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com
A la mañana siguiente mi rodilla estaba mucho peor. Un de las cosas que ha´bíamos planeado hacer en Puerto Jimenez, era ir al Parque Nacional, contratar un guía y hacer una marcha de varias horas. Sin embargo, en mis condiciones actuales, una ancianita con bastón me dejaría atrás con suma facilidad, ese plan quedaba totalmente descartado. !Hay que ser cafré!. En mi primer día y, por hacer el idiota, me lesiono.
A la mañana siguiente mi rodilla estaba mucho peor. Un de las cosas que ha´bíamos planeado hacer en Puerto Jimenez, era ir al Parque Nacional, contratar un guía y hacer una marcha de varias horas. Sin embargo, en mis condiciones actuales, una ancianita con bastón me dejaría atrás con suma facilidad, ese plan quedaba totalmente descartado. !Hay que ser cafré!. En mi primer día y, por hacer el idiota, me lesiono.
En todo caso, y tras degustar un magnífico desayuno; frutas, tostadas y zumos, decidimos no darle más vueltas y aprovechar la mañana volviendo a la playa. Eso sí, esta vez nos quedamos en Playa preciosa, a unos 5 kilómetros de Puerto Jimenez, dónde nos podemos bañar tranquilamente toda la mañana.
La playa, de unos tres kilómetros de larga, esta absolutmente desierta durante todo el día. El unico signo de vida humana que se avista, es una pequeña embarcación de pesca deportiva a más de una milla de distancia. Sobre las mediodía tenemos que refugiarnos debajo de las palmeras porque el calor es asfixiante. Lo más curioso de esta playa es que, constantemente, bajan rodando por la pendiente de arena cocos hasta el mar. Tanto, que a veces parece, a lo lejos, que hay gente bañándose porque se confunden con cabezas humanas.
No podemos entender como esta zona de Costa Rica está tan poco explotada turísticamente. Nos encantá claro, pero, ¿cuantos años pasarán hasta que algún desaprensivo empresario, arramble con todo el terreno, y construya un macro complejo turistico?. Por desgracia tiene que pasar. Kilometros sin fin de playas vacías y cocoteros. Demasiado tentador.
Volvemos a comer a Puerto Jimenez. Por varias, nos vamos a un Mexicano. Es un tanto oscuro y esta repleto de moscas, pero la comida es buena y las cervezas heladas.
Por la tarde, y dada mi "incapacidad" decidimos hacer un ejercicio que no requiera las piernas. Habíamos visto anuncios de excursiones en kayak por los rios de alrededor y la bahía, en el restaurante Angela, así que nos marchamos para allí y lo contratamos. El planing es empezar a las cuatro, remontar un par de kilómetros por los numerosos rios que dan a la bahía para avistar cocodrilos. Después salir al mar e intentar ver delfines que, por lo que nos cuentan, al atardecer se dedican a dar saltos y jugar entre ellos.
Elejimos un kayak doble. Nuestro guía, antes de salir al rio, nos va enseñando tipos de plantas, raices y hojas. Remontar el rio, es una tarea un poco más pesada de lo que me esperaba, pero el paisaje compensa el esfuerzo. Vemos bastantes cocodrilos, de no más de dos metros de largo, que salen disparados en cuanto nos ven. Lo cierto es que no paracen el animal peligroso que siempre nos imaginamos.
Tras palear más de una hora, atracamos en una alta orilla arenosa. Subimos las barcas hasta lo alto del talud y, para nuestra sorpresa, al otro lado, a escasos cincuenta metros, esta la playa y el mar. Bebemos un poco de agua de un par de cocos, que el guía a cogido de una palmera y abierto para nosotros.
La vuelta la realizamos por el mar, y, sin tener que remar contracorriente, la tarea se convierte en un auténtico placer. La temperatura se ha suavizado, y el frescos de la brisa marina, nos revitaliza. Paleamos durante otra hora más o menos, pero no coseguimos ver delfines. El guía parace muy extrañado, pero yo sospecho, que esta haciendo teatro.
Ya de noche volvemos hacia el punto de amarre. Sin embargo, el paisaje a cambiado completamente. La marea ha bajado y a más de quinientos metros de la orilla, los kayaks empiezan a tocar fondo y no queda más remedio que bajarse y remolcarlos a mano. Para nuestro joven guía esto es la cosa más natural del munod, pero para nosotros, dos niños occidentales de ciudad, meter los pies descalzos en el fango, en un sitio dónde has estado viendo cocodrilos, de noche, avanzando a ciegas, durante más de veinte minutos, se concierte en una actividad entre estimulante y aterradora.
Nuestros pies se hunden unos veinte centímetros y, a cada paso, espero sentir el contacto de algo vivo y venenoso que no esta muy contento con nuestro paseo nocturno. Raquel se comporta como una valiente y además me ayuda a tirar del Kayak, ya que mi rodilla, aunque esta mejor que por la mañana, no me deja hacer mucha fuerza.
Por fín llegamos. Estamos emocionados con la experiencia. Nuestro guía ilumina un poco delante de nosotros porque nos asegura que, en tierra sí que hay bastantes esmeraldas (la serpiente más típica en Costa Rica) y que hay que tener cuidado de no pisarlas.
LLegamos sin novedad a la casa de la que habíamos salio. Nos damos una pequeña ducha con una manguera que tiene preparada en el patio y luego nos llevan en coche hasta Puerto Jimenez, un par de kilómetros.
La verdad es que el día ha estado muy bien, a pesar de no poder ir al parque. Como cada tarde, vamos al Angela a tomar un par de cervezas y sentirnos como en casa entre el resto de mochileros que llegan a Puerto jimenez. Todo el mundo tiene expresión de felicidad en sus caras. La pena es que para nosotros ya se acaba. Mañana nos toca marcharnos. Tenemos tantas cosas que queremos ver que, aunque nos encanta el sitio, no podemos gastar más noches´aquí. de todas formas, nos prometemos a nosotros mismos que volveremos (un año más tarde lo cumplimos y regresamos). Además tenemos que hacer una marcha en el Parque.
Cenamo dónde siempre, aunque con un poco de nostalgia. Para celebrarlo incluso pedimos un trozo de tarta de chocolate que esta muy buena. Nos vamos pronto a la habitación, pero antes, paso por la oficina de Magda y dejo todo pagado. En todo caso quedamos con ella en que desayunaremos antes de irnos. Nos decimos mutuamente lo bien que nos hemos caido y lo estupendo que es estar en Puerto Jimenez. Marga no habrá hecho ningún curso de gestión hostelera, pero conoce su oficio a la perfección, y nos deja con la sensación de que cunado volvamos, lo haremos a sus cabinas.
A pesar del ruido de las guacamayas, que esta noche han elegido un arbol cercano para descansar, nos dormimos placidamente.
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