miércoles, 30 de mayo de 2007

Una semana en España

Esta tarde regreso a España para estar una semana. Voy a la boda de uno de mis mejores amigos. Como ha tenido la genial idea de casarse en Canfranc, me toca hacer un "bonito" recorrido; Amsterdam - Madrid, Madrid - Zaragoza, Zaragoza - Canfranc.
No me apetece mucho. No porque no quiera ver a mi familia y amigos (que evidentemente sí me apetece), sino porque ahora, que ya llevamos un mes en Amsterdam, empezamos a sentirnos en casa. Ayer, fuimos al cine a Muntplein, y cuando bajabamos en el "Tram" (tarde lluviosa), incluso nos pusimos un pelín nostálgicos.
Una semana en España rompe un poco la agradable rutina que ya habíamos establecido aquí.
Es muy curioso como opera la mente (al menos la mía) entre la tendencia a establecer ciertas rutinas (que ordenan la vida y le dan un sentido, aunque sea lúdico), y la necesidad de experimentar cambios, que despierten la conciencia de que sólo hay una vida
Hace años escuche la teoría de la diferente densidad del tiempo en función del momento vital en el que te encuentras. Y sigo creyendo firmemente en ella.
La teoría explica el porqué, de esa sensación que todos tenemos cuando somos niños, de que los años pasan muy despacio, mientras que en la madurez (y dicen que cada vez más) pasan volando. La clave esta en la novedad de las cosas que experimentamos.
Mientras que para un niño todas las cosas que percibe son nuevas, y por tanto, sus sentidos, tardan un tiempo en procesar la información, analizarla y sintetizarla en ideas, opiniones, sensaciones, etc.., un adulto, a no ser que se esfuerce en hacer cosas diferentes, conoce casi todo lo que existe en su entorno habitual. Por eso el impacto en sus sentidos es mínimo, la sopresa inexistente, y el interes para su estructura de pensamiento o de emociones escaso.
Por tanto, el "éxito" en la vida, debe de consistir en alcanzar un razonable equilibrio, entre la configuración de rutinas, sistemas de trabajo, etc.. (que te permitan alcanzar objetivos y tener un cierto equilibrio), y la búsqueda de nuevas ideas, sensaciones, lugares, personas..
Dicho todo esto, que se me ha ocurrido simplmente porque estoy un poco deprimido esta mañana, me voy a poner a preparar la maleta, porque no me gustaría experimentar la nueva sensación de perder el avión.

lunes, 28 de mayo de 2007

Marruecos: Primera noche en Tanger; Cena

Nota: Si estaís pensando hacer un viaje a Marruecos, os recomiendo que visitéis la guía de Marruecos que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com


Ya se que prometí escribir todos los días un trozo del viaje a Marruecos, pero la realidad no es lo que uno dice, sino lo que luego es capz de hacer.., en mi defensa diré que la semana pasada hizo muy buen tiempo en Amsterdam.

Aquí sigue el relato (sin correcciones, tal y como lo escribi en mi cuaderno, durante el viaje) de la primera noche en Tanger..

------------------------------------------------------------------------------------------------Entro en el hotel y me acerco a la recepción para preguntar por el bar. Hay una señora delante, preguntando algo en francés. Espero. Me doy cuenta que el restaurante está justo a la derecha de la recepción y, como me cansó de esperar, me dirijo directamente al restaurante y le pregunto al primer camarero que veo.
  • ¿puedo tomar una cervecita en el bar? (textual). Es que, añado, estoy esperando a una amiga con la que he quedado.·
  • No, señor, no “service”. Me parece entender.
Intento asegurarme de que he entendido bien. ·
  • Entonces, ¿sólo tenéis restaurante?, ¿no hay servicio en el bar en la terraza?·
  • No señor, sólo bebidas de refresco.

Un poco decepcionado, estoy a punto de irme, porque mi mente no ha procesado que el problema en esta en la terraza, sino que no sirven bebidas alcohólicas (es un país musulmán). En Marruecos la mayoría de los restaurantes, bares y hoteles (al menos los baratos), no tienen licencia para vender alcohol.

  • Bueno, esta bien, balbuceo, pues entonces, una coca cola por favor.·
  • Por supuesto señor.·
  • ¿puede ser en la terraza?·
  • Por supuesto señor, yo se la llevo.

Me dirijo a la terraza y disfruto de mis pequeños éxitos de “supervivencia”. La gente, en general habla español, así que no tengo problemas graves de comunicación. Puedo andar por la medina, con relativa seguridad. Sin fiarme, peor no con el miedo inicial.Así que, en principio no hay nada que no me permita relajarme y disfrutar de la experiencia. La tensión acumulada deja paso a una oleada de euforia.

Miro las luces del puerto y me alegro de estar aquí. Sólo. Al inicio de un viaje. Incluso ahora, me alegro de alojarme en la Pensión Palace y no en el “lujoso” hotel Continental, en cuya terraza estoy esperando a que me traigan una coca cola. Estando en la medina ambos, el Continental es una isla dentro del caos (recordad que incluso tiene seguridad alrededor del perímetro, mientras que la pensión Palace es parte integrante de la vida real de la medina. Los marroquíes que van de viaje y quieren gastar lo menos posible, se quedan en una habitación como la mía. Muy pocos turistas (salvo los muy hippies) se habrán hospedado dónde estoy yo.

En ese momento, me suena el móvil. Es Ana. ·

  • Hola, ¿Cómo estas?

Le cuento que estoy tomando algo en el Continental, y que estoy muy bien. Por lo visto a ella, no le ha dado tiempo de terminar sus recados, y por tanto, se le ha hecho tarde para el cine, así que me dice que esta dispuesta toda para mí. Por cierto, que por lo visto me había intentado llamar varias veces y le salía no operativo, así que he estado a punto de quedarme sin cita. Glup!!

Tardamos unos minutos en decidir como quedar. Ella parece no tener muchas ganas de entrar en la medina por la noche y yo no conozco la ciudad, sin embargo, aprovecho la oportunidad y le suelto mi frase típica; “¿te he dicho ya que tengo un gran sentido de la orientación?”. Ana, hace como que no me ha odio y prosigue. ·

  • Podemos quedar en el Gran Zoco, enfrente del hotel Rif.·
  • ¿Risk?·
  • No, Rif, como los montes.·
  • Ah!! Claro, como los montes. Digo como si fuese un experto conocedor de la citada cadena montañosa.

Me pregunta un par de veces que si sabré llegar. Parece no muy confiada, pero le aseguro que sí, que no hay problema. ·

  • Tú no te preocupes, lo miraré en el mapa y seguro que lo encuentro.·
  • Vale, pues entonces, a las nueve y media.

Nos despedimos. Eran las ocho y media, así que tenía el tiempo justo para ir a mi habitación, “arreglarme” (no tengo ropa elegante, puesto que es un viaje de mochilero), asearme, cambiarme de camiseta e incluso afeitarme. Con mi recién adquirida seguridad, pago la coca cola, y me dirijo de regreso a la pensión.

Un paseo pienso, mientras ando con un estilo desbordante. Balanceo los hombros exageradamente, silbo y cómo se me el camino, no dudo ni un solo instante. Parece que me haya criado aquí. Llego a la pensión en dos minutos. Subo a la habitación y de camino inspecciono los baños, que están en el pasillo. La ducha comunitaria (hay varias, una por cada 7 u 8 habitaciones), está muy cerca de mi puerta. En realidad es un baño completo, partido con un débil tabique, para separar el agujero que sirve de w.c, y la ducha. No esta mal del todo, y como la pensión parece medio vacía, probablemente no tendré que compartirlo con casi nadie. Además los hombres como casi no tenemos que tocar nada y he traído papel higiénico de España (avisado por un amigo de la inexistencia de este artículo), el tema del baño comunitario no me preocupa.

Termino de arreglarme y miro en el mapa de mi inseparable guía, dónde esta el Zoco Grande. Mi pensión está junto al chico (el zoco chico), así que supongo que no será muy difícil de identificar, a pesar de que la única indicación que me ha dado Ana es que está fuera de la medina. Efectivamente, lo localizo en el mapa, y la forma de salir de la medina es de lo más sencilla. Lo único que tengo que hacer es salir de mi pensión a mano izquierda, cruzar el zoco chico (aunque la guía dice que es el punto más peligroso de la ciudad por la noche) y seguir la calle principal de la medina que va en dirección norte. Es una calle recta y parece ancha así que no puede ser difícil de seguir.

Salgo con tiempo, cruzo el zoco y tomo la calle de enfrente. Tiene una pendiente media que hace que, como voy bastante rápido, a los pocos minutos estoy transpirando un poquito. A pesar de ser las más de las nueve de la noche, sigue habiendo multitud de tenderetes y puestos, que venden de todo, a ambos lados, y también extendidos en el suelo justo en el medio de la calle. ¡Es increíble la sobreoferta de productos y la tradición comercial de esta gente! Aunque todos los turistas y habitantes de la medina vinieran a comprar todos los días y a todas horas, la oferta seguiría superando con mucho a la demanda. Sólo llevo unas horas en Marruecos, pero me daba la impresión de que la teoría de la oferta y la demanda, no se cumple en Marruecos. A todo esto, sigo andando y salgo de la medina.

En escasos tres o cuatro minutos, me encuentro, de frente, una plaza muy abierta. Puede ser que sea el zoco grande, pero no estoy seguro. La recorro entera intentando ver el “famoso” cine Rif. Tras breves segundos lo veo. He llegado con toda falibilidad. Me fijo que en la plaza hay un ambiente diferente a la medina. La tensión es menos. Aquí nadie esta vendiendo nada. La gente pasea y se ven madre con sus niños, grupos de chicos y chicas, padres de familia, abuelos. Evidentemente la medina no es tan horrible como me había parecido inicialmente, pero sí que es más complicada que el resto de la ciudad.

Incluso los tangerinos prefieren no entrar en la medina por la noche, porque puedes pasar un mal rato. Sin embargo, en el Zoco Grande, el ambiente es muy distinto. Parece el centro de encuentro de la vida tangerina por la noche. Estoy un rato de pie frente al cine (para que Ana me reconozca con facilidad) pero al final, como he llegado con bastante tiempo, decido esperar cómodamente sentado en un banco, y observo a todo el mundo, eso sí, con cierta discreción.

En el fondo empiezo a darme cuenta de que no es muy diferente a una plaza española de un pueblo grande. Posiblemente del sur de España. Diferencias, los velos de las mujeres. Pero similitudes también hay muchas. Todas las casas son blancas. El físico de los hombres., evidentemente no difiere mucho del de un algecireño, tarifeño o gaditano. ¿por qué iba a hacerlo? Sólo hay 30 o 40 Km. de distancia. Me siento a gusto en la plaza.. Otra cosa que me llama la atención es que en la plaza hay muchos grupos de personas pero también hay gente sentada sola que simplemente mira (como yo).

Me parece que en nuestra cultura nos avergonzamos demasiado de estar solos. Parece que el que esta sólo es porque tiene algo malo, no porque lo haya elegido así. Y claro, la mejor forma para mirar y pensar, es estar sólo. Quizá una persona sólo pueda reflexionar cuando este sólo. Sin embargo, parece que la reflexión es un valor a la baja, y que es imprescindible estar siempre hablando o haciendo algo con otras personas para no sentir que estas perdiendo el tiempo. Insisto, es sólo una intuición, pero de repente me siento cómodo mirando a la gente y pensando en mis cosas, porque veo que hay muchos otros a mi alrededor que hacen lo mismo.

Pasa el rato. En uno de los extremos de la plaza hay un edificio que parece oficial. Tiene muros de piedra, una pequeña torre, y en uno de los laterales de la misma, un gran reloj de agujas. Marca más de las 9:30. Me pongo de pié y empiezo a pasearme justo enfrente de la puerta del cine. Aunque he estado atento y estoy seguro de que no se me ha podido pasar que una chica española hubiese estado en la puerta, ni puede haber confusión con el sitio, prefiero estar en el sitio exacto en el que hemos quedado.

Me pongo a pensar sobre cómo será Ana físicamente. La duda se despeja en seguida porque en ese mismo momento veo una chica joven, sin velo, y con pinta de niña bien españolita, pero de provincias, es decir, vaqueros, camisa y jersey, castaña con alguna mecha rubia, 1,70, delgada y bastante guapa, que viene hacia el punto de reunión y me sonríe. -

  • Hola.
  • Hola Ana
  • Perdona que me haya retrasado.
  • Tranquila, le respondo, tengo mucho tiempo por delante y ninguna obligación, así que no es problema.

Lo cierto es que si que me había preocupado un poco por el retraso.

Me dice que vamos a dar un paseo y luego a cenar. Me parece estupendo y la sigo por la calle por la que acaba de llegar. Se llama libertad. Ana lleva viviendo varios años en Tánger. Trabaja en una ONG y es, en palabras de mi amiga de Zaragoza (que también se llama Ana y que me había dado su contacto), una enamorada de Tánger.

Mientras caminamos me va contando cosas de la ciudad. De todas formas esta un poco cortada porque claro, no nos conocemos de nada. Me pregunta en que hotel estoy y se sorprende un poco cuando le digo que estoy en la Pensión Palace. Sin embargo a mí me da cierto orgullo decir que me alojo ahí, me parece que me da un cierto aire de aventurero, y eso, ahora que me están llevando a cenar tranquilamente, esta muy bien.

Seguimos hasta la Plaza de Francia y tomamos a la izquierda el boulevard Mohammed V (En Marruecos todas las avenidas importantes son o Mohammed V o Hassan II). Nada más tomarlo llegamos a un mirador con cañones, desde el que se ve una magnífica vista del puerto, y, según me comenta Ana, la mayoría de los días, la costa española.

  • Es uno de mis lugares favoritos. Me dice Ana. Cuando voy al trabajo paso por aquí todas las mañanas y me encanta ver la luz del sol, el mar, el puerto.., me hace sentirme afortunada de vivir aquí.

Esta claro que a Ana le encanta Tánger, a pesar de la fama que tiene de ciudad en completo declive, y que ahora es más bien fea y peligrosa. En respuesta, balbuceo algo sobre que a mí me pasaba lo mismo con las Palmas, ciudad en la que viví varios años (lo cierto es que, salvando las distancias, no me parece una paralelismo tan malo).

Una cosa que me llama muchísimo la atención, y enseguida se lo comento a Ana, es la cantidad de gente que sigue paseando por la calle. Hay un auténtico bullicio y, a pesar de que es viernes, son casi las diez de la noche. Ana me cuenta que es una característica especial de Tánger, y herencia de los tiempos en los que esta fue ciudad española. Por lo visto en el resto de Marruecos no ocurre. Además se ven grupos de mujeres solas, lo que, según ella, es todavía más excepcional. En este país a partir de ciertas horas sólo pueden salir los hombres, y las mujeres que lo hacen, y que están en los bares, son prostitutas. Ninguna mujer de “buena reputación” se dejará ver a altas horas de la noche.

Evidentemente yo ya sabía que estábamos en un país musulmán, bastante conservador, y no democrático, pero hay cosas que aunque sabes (intelectualmente), no comprendes realmente hasta que no estas en el sitio en el que pasa y lo experimentas. Ana además esta muy sensibilizada, por su trabajo, sobre todos los temas de derechos y bienestar social, que como es obvio, no se disfrutan de igual manera aquí que en los países occidentales.

Nota: aunque comentaré cosas que me llamen la atención durante el viaje, sobre características políticas., sociales y culturales, me abstendré, y sobre todo al principio, de emitir juicios u opiniones. Yo no creo en el relativismo cultural. Creo que hay cosas que están bien y mal en todas las culturas, y que hay valores universales. Sin embargo también creo que antes de emitir un juicio tienes que tener un cierto conocimiento del contexto, y eso lleva su tiempo.

Ana estaba bastante quemada en se sentido, aunque aseguraba que las cosas están mejorando. Seguimos caminando un poco y en seguida giramos en una calle hacia la derecha. Unos 50 metros más allá llegamos a la puerta del restaurante.

Se llama Agadir, tiene un aspecto bastante sobrio, mesas de plástico, manteles de papel, y es de los que aquí en Marruecos se denominan de tipo “snack”. Es decir, se puede tomar (al igual que en los convencionales), pinchos, tagines, cous cous, pero también sándwiches y es relativamente rápido y barato. Además en el Añadir, se puede tomar cerveza y eso en Marruecos, no es regla sino excepción. A mí me parece un sitio perfecto.

Nos sentamos y el dueño, que debe conocer a Ana y habla español perfectamente, sale en seguida y nos saluda. Pedimos dos cervezas. Elige ella claro. Dos especiales. Son botellas muy pequeñas, yo diría que de 0,25 (frente al habitual 1/3 español), pero la cerveza es muy suave y agradable. No se si se debe a mi falta de paladar o a un estado de exaltación del viajero, pero siempre que estoy fuera de España y pido cervezas locales (Imperial en Costa Rica, Balboa en Panamá, Quilmes en Argentina…), me parecen excelentes, mejores que las españolas. También puede ser que una cervecita sienta mejor cuando estas de relax que cuando estas en tu ciudad trabajando.

Tenemos que pedir. Yo leo la carta y veo que tiene los típicos platos que uno espera en un restaurante marroquí. Ensaladas, Tagines (4 o 5 tipos variando carnes de pollo y cordero) y cous cous. Ana dice que va a pedir una harira (una sopa de verduras) y luego recomienda el tagine de pollo y con olivas. En lugar de hacerle caso y punto, y aprovechando que el camarero habla español, yo me propongo pedir consejo. Es una costumbre que tengo de siempre (y que muchos de mis amigos censuran), pero a mí me gusta que me recomienden.


Además tengo otra pequeña manía y es que no puedo repetir los platos de quién cena conmigo, así que el tagine de pollo queda fuera de mis opciones. Hay veces que como me pongo tan pesado, son los demás los que terminan cambiando sus platos.., La cuestión es que me gusta que la “comanda” sea redonda. Es decir, que tenga un sentido y este bien “compensada”.


Cuando viene el camarero, dejo que Ana pida lo que quiere, y luego a continuación empiezo a hacerle preguntas al camarero sobre varios platos. Nos dice que también tiene pastilla, que no estaba en la carta. Al final, como además de las preguntas al camarero, pido confirmación a Ana de cada cosa, termino volviéndolos locos y convenciendo a Ana de que cambie lo que ha pedido por otras cosas. Finalmente, una pastilla de primero para compartir, el tagine de pollo para ella, y para mí algo que es cordero asado.


Ana estaba un poco estupefacta con mi comportamiento. De decir que me dejaba que pidiese ella todo, a cambiarle el primer plato.


Mientras nos traen el primer plato, le abro mi corazón, porque me parece que tengo que explicarle que hago un 23 de noviembre delante de ella, en Tánger, sólo y con un plan de viaje de un mes completo, en el que tengo pensado llegar hasta dahla (2000 km al sur). Le cuento que llevo un tiempo dudando del sentido de mi trabajo. Que en los últimos años mis mejores momentos han coincidido con viajes y que siento una especie de llamada a buscar otro tipo de vida.


También le confieso que todavía no tengo planes definidos, pero que he dejado el trabajo, tengo 18 meses de paro por delante y que en ese tiempo, tendré que decidir que quiero hacer con mi vida. Como poco, será un año sabático, pero me gustaría que también me sirviese para encontrar otro modo de vida más pleno y no tener que volver al mismo (o similar trabajo) que tanto me había quemado.


Parece entenderlo. Al fin y al cabo ella se ha ido de Pontevedra (pues de allí es Ana) hasta Tánger para trabajar en una ONG. Lleva 5 años en Marruecos y no tiene planes de volver, así que ella puede entender la necesidad de buscar nuevos horizontes más allá de los que uno vé desde la ventana de la casa en la que nació. Ella, en correspondencia, me cuenta también cosas de su vida “marroquí”. Llegó hace unos 5 años para trabajar en una ONG. Tuvo problemas. Algo bastante generalizado en toda la gente que conozco que ha trabajado en ONGs. Luego estuvo en Paro una temporada, pero no volvió a España.


Ahora trabaja para una fundación pública que gestiona fondos para proyectos de desarrollo. Tiene su oficina en Tetuán, a un poco menos de una hora en coche de Tánger. Y también tiene novio marroquí, ICAM, aunque este vive en Casablanca. Es decir, esta bastante integrada, pero más que a Marruecos, a Tánger, porque ni su trabajo, ni su pareja le han hecho irse a otra ciudad.


Le pregunté sobre sus funciones concretas en la fundación y me explico, que era la encargada de gestionar proyectos que ya estaban formulados, es decir, que tenía que asegurarse que lo que estaba escrito, se hiciese. Estuvimos charlando un rato sobre las luces y sombras de la cooperación al desarrollo.


Yo tenía algo de experiencia (aunque tangencial) en el tema porque mi última empresa era una consultora que pretendía participar en proyectos de cooperación (eso sí, con ánimo de lucro) y tenía algunos contactos con ONGs.


Empezaba a ser una conversación bastante agradable porque habíamos pasado, de los preliminares habituales cuando dos personas se acaban de conocer, a un tema que nos interesaba a los dos. Yo estaba encantado. A pesar de que he leído bastante sobre África y sus problemas, sobre el Islam y sus, digamos, especificidades, en general he conocido poca gente que tenga experiencia en el terreno. Que hable de las cosas porque las ha “tocado”. En este grupo me incluyo. Intento opinar de las cosas con sentido común, pero desde luego no puedo acreditar una gran experiencia.


En eso llego la Pastilla. Es un hojaldre redondo, con azúcar glasé y canela por encima, y en el interior, una mezcla de pollo desmigado, verduras, piñones, almendras. Esta muy bueno, aunque la clave, según Ana, es que el hojaldre este crujiente y poco aceitoso. Me asegura que aunque no esta mal, los comeré mejores cuanto más al sur de Marruecos esté.


A mí me parece que esta muy bueno, y empiezo a devorarlo porque, a lo tonto, sólo había comido un triste bocadillo en la estación marítima, y de eso, hacía muchas horas. Además me había levantado a las 5:30 de la mañana, así que la jornada había sido larga. A Ana también le debió de parecer que comía muy rápido porque en seguida comentó que qué bien que tuviese tan buen apetito y “tan pocos escrúpulos”. Por lo visto, mucha gente, en su primera comida en Marruecos, tiene algo de aprensión, mira mucho cada bocado, pregunta de que está hecho.. A mí me parecía estupenda, y para celebrarlo, pedimos una segunda ronda de cervezas.


Mientras seguimos charlando le suena el móvil. Es su novio Hicham. Mi amiga de Zaragoza me había contado que cada fin de semana uno de los dos va a ver al otro, y ese fín de semana, para suerte mía, le tocaba a él. Hablan, como es normal, en francés. Está llegando a Tánger, me cuenta cuando cuelga, y se apuntará al final de la cena y probablemente a tomar una copa.

  • ¿Has aprendido algo de árabe? Le pregunto a bocajarro.
  • Bueno, llevo 5 años estudiándolo, con cierta regularidad, en la escuela de idiomas y con clases particulares y ya entiendo algo, pero no puedo hablarlo.


Es decir, que debe ser complicadísimo.


El tema de los idiomas me tiene bastante frustrado. Es una de mis grandes limitaciones para poder viajar y conocer sitios. Sólo hablo español. Y el inglés del colegio, casi olvidado, no me sirve más que para pedir de comer, una habitación en un hotel y poco más. Desde luego es uno de los objetivos que tengo que marcarme para el futuro. Desde luego en este viaje, aunque en un mes no me dará tiempo a mucho, tengo que aprender cuatro rudimentos básicos de francés. Para algo me he gastado una pasta, en dos diccionarios (uno de bolsillo y otro más grande) y un libro de gramática francesa.


Pero a lo que iba. Los idiomas me frustran por mi incapacidad, y me hacen ver con cierta admiración, a los marroquíes. En su mayoría hablan más de un idioma. En el norte es muy fácil que hablen además del Árabe y el Francés, el español con fluidez. Pero es que además chapurrean el inglés, e incluso, como luego podría comprobar en ciudades como Marrakech o Fez, que reciben muchos turistas, incluso han aprendido algo de alemán. Desde luego en idiomas nos ganan por goleada.


Llegan los segundos platos. Mi plato esta bueno, pero un poco más mediocre. Es cordero asado y punto. Un poco seco. Sin embargo, el Tagine de Ana, tiene mejor cara. Me ofrece., pero todavía no hay confianza para comerme su segundo plato y le digo que no.


Al poco rato aparece Hicham en la puerta. Como era muy tarde y el restaurante estaba prácticamente cerrado (éramos los únicos clientes), la puerta estaba cerrada y Ana tuvo que levantarse a abrirle. La verdad es que me lo había imaginado diferente. Es más bien bajito y un poco regordete. Viste muy “pijo”; jersey y camisa y pantalones de pinzas. Es bastante moreno, con el pelo corto, un rizado en la parte del cogote y una incipiente calva en la coronilla. Habla español perfecto y me saluda muy simpático y sonriente.


Se sienta y en seguida sale el camarero con el que se pone a hablar en árabe. Por sus modelos parece un Marroquí de buena familia. Ana me hace una pequeña presentación de su novio. Tiene 38 años y ha trabajado en un banco durante 10 años, pero ahora es Director de un importante periódico de Marruecos. Sin embargo no es nada ponposo sino realmente muy simpático.

Lo primero que hace es pedir una cerveza (yo le acompaño con mi tercera) y terminarse, de un trago, lo que le quedaba a Ana de la suya. En teoría los musulmanes no beben alcohol, pero se ve que Hicham, o es ateo como yo, o no hace mucho de la ortodoxia de su confesión. No había tenido tiempo de cenar antes de salir de “Casa” (todo el mundo llama así a Casablanca), y también se termina el Tagine que Ana no había podido terminar, (o quizá lo había dejado voluntariamente imaginándose que su novio llegaría con hambre). El caso es que cuando terminó, no pidió nada más para el porque, y esto me sonó muy gracioso, luego “picaría” (Expresión castiza dónde las haya) algo en casa de Ana.

Para terminar, pido un café con leche (ellos no querían nada) y pedimos la cuenta.

Como llevaba mucho tiempo sin hacer el ridículo, y eso es algo muy raro en mí, a la hora de pagar la cuenta me pasó una cosa patética. El camarero trae la cuenta y, muy diligente él, la deja justo en medio de la mesa.

En uno de mis característicos arranques de buen pagador y chico educado, agarro la nota con rapidez y, ante las protestas de Hicham y Ana, digo que voy a invitar yo. Ellos siguen protestando, pero yo muestro firmeza y me meto la mano en el bolsillo para sacar el dinero.

Miro la cuenta y veo que son más de 350 dh (es decir, en comparación con el alojamiento, mucho más caro de lo que me esperaba), mientras que en el bolsillo apenas llevo 160 dh, que es lo que había calculado a razón del triple del coste de la habitación.

En España esa proporción estaría haría que me sobrase dinero porque serian 45 euros la habitación en una pensión y, multiplicando por tres, 135 euros, para cenar y salir de copas. Pues ahí estaba yo, diciendo que pagaba todo, con una cuenta de 350 dh en la mano y sólo 160 en el bolsillo.

Pero claro, para complicarlo más todavía, sí que tenía más dinero encima, pero lo llevaba en el cinturón de cremallera interna que me había traído para, en teoría evitar los robos. Pero claro, como le explicaba a un marroquí y a su novia que vive aquí desde hace cinco años, que me han dicho que su país es un nido de ladrones, y que tengo que llevar el dinero escondido. Además no podía irme al baño, de repente, dejando ahí la cuenta diciendo;

  • Pero antes de pagar, voy al baño un momentito. Como si fuese algo casual y no un truco para que paguen ellos.

Sinceramente, no podía decir nada. Se me caía la cara de vergüenza sólo de pensarlo, así que tuve que ir reculando y balbucear un patético;

  • hay!!, pues es que me he dejado el dinero en la habitación y no llevo bastante para invitaros..

Rápidamente Hicham puso el resto, y para evitar el dejarme mal, añadió; -

  • No, mejor invito yo a esta cena, y tú, pagas la de la vuelta. (se Supone que tengo que volver a Tánger para cruzar otra vez el estrecho y llegar por navidades a mi casa en Zaragoza).

Me parece una forma muy educada de invitar, pero insisto en al menos, poner el dinero que llevaba. Además les digo, aunque no explico como, luego os invito yo a la copa. Porque claro mi plan es ir ahora al baño y sacar el dinero del cinturón. Bueno es lo que hice, y saque los otros 400 dhs que tenía pero la sensación de ridículo no se me había pasado.

Hicham me pregunta por mi plan de viaje, se lo cuento y me da algunos consejos. Me viene bien porque estaba dudando de si, como siguiente paso, ir a Xauen o seguir por la costa, y Ana me recomienda lo primero.

Xauen parece que merece la pena. Hicham me dice que le había sorprendido que tuviese tanto tiempo libre para el viaje, y le vuelvo a soltar el rollo de que he dejado el trabajo, que si mis cambios vitales, etc.. Además les cuento que mi novia, aunque no está todavía confirmado, viene a Marrakech el puente de diciembre (del 6 al 10), así que tengo 12 días para viajar hacia el sur y luego otros 12, más o menos, para regresar hasta Tánger, cruzar el estrecho y llegar a mi casa para el 24.

Hablamos un rato sobre hasta dónde me daba tiempo a llegar. Mi idea original es llegar hasta Dahla. Ellos lo ven complicado. Ana no ha ido nunca e Hicham, siempre lo ha hecho en Avión. En todo caso me dicen que lo mejor es que cuando llegue a Añadir, lo consulte con otros dos amigos suyos (y de mi amiga de Zaragoza) que se llaman Marta y Luís, que por lo visto son expertos en el sur de Marruecos. También me dicen que hay posibilidades de coger un avión de regreso a Madrid, desde Añadir, Marrakech o Tánger, y que debo tener en cuenta que el estrecho, sobre todo en invierno, hay días que esta cerrado al tráfico marítimo, por fuertes temporales.

Me recomiendan que al menos vuelva con, al menos, un día más de tiempo. Me viene bien esa información porque la verdad es que, con eso, no había contado, y desde luego el avión es caro, y no me gustaría tener que utilizarlo.

Terminadas todas estas disquisiciones sobre mis planes de viaje, decidimos que, aunque los tres estamos cansados, podemos ir a tomar una copa, para que yo pueda conocer la noche Tangerina. Además a Hicham se nota que le apetece.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Mi segundo libro en ingles; "Green Hills of Africa". Ernest Heminway

Terminé hace un par de días y, al igual que el de kapuscinscky, lo he disfrutado mucho.

Hemingway era un vividor. Aunque tradicionalmente este calificativo tiene un claro tono peyorativo (complejos de la cultura judeo cristiana, en la que parece que ser feliz es un pecado), para mí, es todo lo contrario, algo absolutamente admirable.

En mi opinión, sólo hay dos objetivos vitales que merecen la pena ser perseguidos; uno es, intentar mejorar el mundo en que uno vive (éticamente intachable, pero francamente difícil de alcanzar), y, el otro, vivir lo mejor posible, disfrutando lo máximo de cada momento (aunque pueda parecerlo, tampoco es fácil conseguir).

Aunque yo no comparto alguna de sus aficiones, la caza es el hilo argumental central de este libro, Hemingway es un artista que muestra pasión por la vida y la imprime en cada párrafo.

El libro tiene un momento “estelar”, casi al principio, cuando se encuentra, en medio de una de sus cacerías (creo recordar que en Tanzania) con otro personaje ilustre del siglo XX, (en este caso de la pintura) Kandinsky.

Ambos mantienen una entrevista en las que hablan, precisamente de eso, de ¿qué es la vida?, ¿qué merece la pena hacerse y qué no?. En esos párrafos Hemingway transmite algunas ideas que, cuando las leí me hicieron sonreír, por su coincidencia con mi actual forma de enfocar la vida.

Las transcribo:

H: I am interested in other things. I have a good life but i must write because if i do not write a certain amount i do not enjoy the rest of my life.
K: And what do you want?
H: To write as well as i can and learn as i go along. At the same time i have my life which i enjoy and wich a damned good life.
K: Hunting kudu? (Kudu es una especie de antílope)
H: Yes, hunting kudu and many other things.
K: What other things?
H: Plenty of other things.
K: And do you know what you want?
H: Yes.
K. You really like to do this, what do you now, this silliness of kudu?
H: Just as much as i like to be in the Prado (Kandinski era pintor, y heminway había vivido en Madrid)
K: One is not better than the other?
H: One is as neccesary as the other. There are other things, too.
K: Naturally. There must be. But this sort of things means something to you, really?
H. Truly.
K: And you know what you want?
H: Absolutly, an d i get it all the time
K: But it takes money.
H: I could always make money and besides I have been very lucky.

domingo, 20 de mayo de 2007

Vida en Amsterdam

En los últimos días las cosas más significativas que he hecho o me ha pasado son:

Miércoles:
Estudio por la mañana; verbos irregulares y past tense (como un crío de 14 años, pero con 31 ;-).
Por la tarde, rocódromo. Mi mejor día. Hago un par de boulders (incluso uno con desplome total) por primera vez.
Pinchazo a la vuelta.
Luego vamos a casa de unos amigos a tomar algo (que además nos dejan un montón de peliculas en inglés)
Para terminar el día, vemos Matrix.

Jueves (Es festivo):
Estudio por la mañana; verbos irregulares y peresent perfect.
Por la tarde voy hasta el rocódromo, de camino me pillan en el Tram sin el ticket, pongo cara de idiota y me acento hace el resto, se apiadan de mí y no me multan. Cuando llego, el rocódromo esta cerrado (me vuelvo con las orejas "gachas").
Para no quedarme sin hacer nada me voy a correr al boss (hago 13 km, por segunda vez en tres días. Me está empezando a doler la planta del pié derecho).
Por la noche tengo un intercambio, con una chica Inglesa que vive desde hace 7 años en Ámsterdam. La "cita" es un éxito, así que decidimos consolidar los miércoles para vernos un par de horas.

Viernes:
Estudio por la mañana.
Luego llevo mi bici a arreglar (era más que un pinchazo. La cubierta se había separado de la llanta). D
Después de comer me voy a mi otro intercambio (una chica germano -holandesa). Estamos bien, pero ella está un poco acelerada, porque acaba de hacer una entrevista para un trabajo nuevo y le presionan para que de una respuesta esa misma tarde. Al final, decidimos vernos también al día siguiente.
Me voy al rocódromo, en dónde no tengo un buen día. Cosas que hacía el día anterior, ahora me cuestan más.
Por la noche vemos la mitad de la primera parte del Señor de los Anillos (Felowship of the ring).

Sábado: Mi mejor día hasta el momento.
Estudio por la mañana; preposiciones y vocabulario.
A medio día vamos a recoger mi bici, compramos algo de comer en el supermercado y nos vamos a comer al "Vondel" tirados en una pradera. Hace un día espectacular.
Me marcho a mi intercambio. Hemos quedado en Museumplein. Mi amiga viene acompañada por otra chica (americana), luego aparecen (sólo un momento) un israelí, un griego, y finalmente una chica alemana. Tomamos el sol y vamos a Leidseplein a ver espectáculos callejeros. Mi intercambio y yo, regresamos al Vondel, e incluso estudiamos un poco juntos (dictados, lectura en voz alta y resumen comprensivo).
Regreso a casa. Nos vamos (con Raquel) al cine. A muntplein. Elegimos Shooter, de acción y difícil de entender por el acento (aunque la trama es muy sencilla).
Despues nos tomamos unas cervezas en un par de bares (especialmente bueno uno “hip hopero” que encontramos en una callejuela). Nos vamos a Leidseplein y tras un "mal" empleado rato en el red buldog (para turistas), nos vamos al Sugar Facory. Es un club de música electrónica. Esta bien. Pero tampoco es el "room" o el "de mode". Lo mejor que tenía es que además del Dj, una chica cantaba en directo, mezclado con la música electrónica. Estuvimos hasta las 4.
A la vuelta, con las bicis, nos perdimos. Como yo iba de guía es mi responsabilidad. De repente tenía enfrente el amstel (el principal canal de la ciudad y no sabía porqué).

Nota: Cunado llegamos a casa, aunque eran las 4:30 de la mañana, saqué el mapa, lo extendí sobre la mesa del salón y me puse a darle vueltas a cómo nos habíamos perdidos. Raquel no daba crédito. Obsesiones que tiene uno..

miércoles, 16 de mayo de 2007

RECOMENDACIONES MUSICA ELETRONICA DE LA SEMANA

Esta semana sólo voy a recomendar tres cositas que he estado escuchando mucho. Son muy difirentes entre , pero todas hacen disfrutar por igual.


  1. Alexander Robotnick. Electro de calidad. Destaca el tema 6; "Oui je theme".

  2. Felix da Housecat. A Bugged Out Mix. Es un doble. Destaca, del disco 1, el tema 3; "It's A Cold World", de Frankie Knuckles cantada por Jamie Principle.

  3. Autechre - Incunabula. Es un disco de ambient de 1993.

Los dos primeros me encantaría encontrar algún club en Amsterdam, en que lo estuvieran poniendo. Sin pinchar, tal cual, los discos completos.




Y El de Auterech, sin embargo, esta especialmente recomendado para estar en casa, estudiando o trabajando, mientras lo escuchas.


Espero que los disfruten.

martes, 15 de mayo de 2007

Mis primeros "languages Exchanges" en Amsterdam

Pues sí. despues de escribir a mucha gente y mirar en muchas webs. Ya he conseguido dos personas interesadas en quedar habitualmente conmigo para hacer intercambio de español por inglés.
Uno es un chico que vive en utrech (a unos 30 km de Amsterdam) y la otra es una chica de aquí. Con el primero estuve el jueves pasado y con la segunda, el domingo. En ambos casos hubo bastante feeling, y ya hemos quedado para el fín de semana que viene.
Además he contactado con un inglés que esta buscando compañero para escalar en el rocódromo, ásí que probablemente también podré practicar mientras entreno.
Ah!!, por cierto. El viernes por la noche fuimos a ver Spiderman 3 (en inglés, claro). !Es penosa! !Ja, Ja! Además, aquí en el cine se vende cerveza y, cómo estaba lleno de adolescentes, se monto un jolgorio sensacional. Fue muy divertido.

Marruecos: Primera noche en Tanger

Nota: Si estáis planeando un viaje a Marruecos, os recomiendo que visitéis la guía de Marruecos que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.



Para continuar con la historia, debo volver a publicar dos posts antiguos, concretamente de los días 19 y 26 de febrero. Son estos;
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Cuando llegué a Tánger, dos motivaciones fundamentales (además de disfrutar del viaje) dominaban mi ánimo. Por una parte, una firme voluntad de no preguntar a nadie dónde están las cosas (característica muy presente en el género masculino), y además no permitir que nadie me engañase.

Evidentemente, no iba a preguntar a nadie porque no quería parecer un novato, que esta en su primer viaje de “aventurilla”. ¡Soy un Routard! (es el nombre de mi guía de viajes. En español se traduce por trotamundos) me repetía a mi mismo, una y otra vez, para ganar en seguridad.

Además, me habían advertido tantas veces sobre los guías falsos, que pretendiendo ayudarte a llegar a tu hotel, te llevaban, en el mejor de los casos, a otro peor (dónde tenían comisión) y, en el peor, te robaban todo lo que llevases encima, que mi plan consistía en no hacer caso a nadie.

Así que nada más salir del barco, cogí impulso, y pase mis primeros momentos en Tánger, en una loca carrera, que me generó bastante angustia y probablemente algún peligro más de lo necesario.

El pasaporte ya nos lo habían sellado una pareja de la policía marroquí, en el propio barco. Sin embargo, nadie nos pidió ningún papel para Aduanas y, supuse, que cuando llegásemos a la terminal, tendríamos que pasar por algún control y rellenar alguna declaración. Me coloco, más o menos, en la mitad de la cola, para imitar lo que los demás hagan.

Pero no hay ningún control. Fuimos caminando por la pasarela y nadie nos hizo ninguna indicación. Cuando llegamos al vestíbulo de la Terminal, tampoco. Directamente nos mezclamos con la gente que estaba esperando a los pasajeros. !Ya estábamos en Marruecos! Era la primera vez que entraba en un país sin pasar ningún control de inmigración o aduanas.
Lo lógico hubiera sido preguntar a alguien de la compañía naviera o dirigirme a información, pero como desde el momento de llegar al vestíbulo empezó el “acoso” de los taxistas, y yo estaba decidido a no dejarme timar por nadie, me dirigí a la salida de la Terminal a toda velocidad.

Nada más salir, se incrementaron los ofrecimientos de taxi. Es un fenómeno generalizado en todo Marruecos. Deben de pensar que los turistas somos ciegos y que si no nos gritan, "!Taxi, Taxi!" No nos vamos a dar cuenta de su existencia.

Por supuesto, ignoré todos los ofrecimientos que me hicieron y salí pitando, en busca del hotel, sin preguntar a nadie. El problema es que, como casi todos los pasajeros tenían a alguien esperándoles en el vestíbulo, o cogieron un taxi, me convertí en la única persona (delos 100 pasajeros) que pretendía salir a pie del puerto.

Miento, había otra persona. Una chica Marroquí, de unos 25 años, con un carrito y su bebe. Y yo, como un idiota detrás de ella para sentirme más arropado. !Menuda protección!. Además, iba tan despacio, que al final no me quedó otro remedio que adelantarla, y a unos 100 metros de distancia de la Terminal ya estaba completamente solo.

En general, los puertos siempre son lugares un tanto complicados. En Tánger, por la noche, sólo, con todas mis pertenencias encima (la mochila que pesaba como un muerto), y sin tener ni idea de por dónde se salía del puerto, es evidente que no me sentía lo más seguro del mundo.

Sólo tenía una idea aproximada de por dónde tenía que ir, por lo que había podido orientarme mirando el mapa (apenas un croquis) de mi guía.

El Puerto estaba lleno de grupos de hombres que, aparentemente, no hacían nada más que esperar (supongo que el barco de turno para cruzar hacia España). O, quizá, serían tripulaciones de algún mercante. Mis prejuicios me hacían desconfiar de grupos de gente parados en la calle sin hacer nada. En España, normalmente, todo el mundo va a algún sitio o está haciendo algo. Y una imagen típica de los barrios más complicados, es la de los camellos o proxenetas apoyados en las esquinas, sin hacer nada.

Todos se quedaban mirándome. Pero nadie me dijo nada y no debían ser maleantes, porque yo estaba sólo, absolutamente a merced de quien hubiese querido hacerme algo. Por supuesto, tenía una pinta de "guiri" que tiraba para atrás, y estaba claro que no sabía adonde iba. Sin embargo nadie me molesto.

Mientras caminaba, veía a mi derecha, sobre una colina, la Medina. Era dónde tenía el hotel, pero aparentemente estaba separada del puerto por un enorme muro. Pensé en dirigirme hacia allí directamente, cruzando un parking lleno de camiones, para ver si había alguna puerta de salida. Sin embargo eso me obligaba a salir de la carretera principal y, por tanto, a abandonar la única zona iluminada del puerto y que tenía un tráfico continuo.

Descarté la idea y seguí hacia donde suponía que estaría la entrada principal. Al final, después de una buena caminata, llegué a la salida en dónde había un control de la gendarmería marroquí.

Nadie me dijo nada, sólo controlaban a los vehículos, pero no a los peatones, así que salí y giré hacia la derecha. Tenía que retroceder un poco hacia la medina.

Evidentemente, tampoco ahora pregunté a nadie. Justo al salir del Puerto había una plaza dónde también había mucha gente parada(únicamente hombres). En esa zona se amontonaban todas las agencias, que venden pasajes para los barcos. En Algeciras es exactamente igual, y también hay siempre mucha gente, pululando alrededor.

Desde la plaza subía una calle hacia la medina, que tenía exactamente la dirección que creía que tenía que tomar. La seguí y a escasos cincuenta metros, se abría una puerta en la muralla (que rodea toda la medina) que estaba indicada en el croquis de la guía.
Una vez que entré en ella, todo cambió. Mi mochila se convirtió en un reclamo y fui asaltado por montones personas (¿guías falsos?), que me querían ofrecer de todo.
  • ¿Te llevo al hotel?
  • ¿quieres kifi?
  • ¿te apetecen mujeres?.

Te ofrecen de todo en menos de un minuto. Otros, para ganarse tu confianza, te dicen que sólo quieren hablar. Te hablan en español, francés e inglés simultáneamente. Si no les contestas algunos te dejan tranquilo, pero otros insisten y se ponen a darte la paliza.

Lo cierto es que sí que impacta un poco. ¡Hay tanta gente en la calle!, ¡en la economía informal!, buscándose la vida que todos te asaltan y te asustan porque no estamos acostumbrados.

Además, las medinas (ahora ya he visto unas cuantas) imponen bastante. Son entramados de callejuelas, normalmente sin tráfico, en dónde es difícil orientarse y dónde se mezcla de todo, suciedad, puestos en la calle, comercios de todo tipo, animales (los más habituales son burros, gatos, y gallinas), pensiones, y sobre todo, mucha gente, olores muy intensos y bullicio. Es el sitio perfecto para una emboscada a un turista pardillo.

Mi reacción ante la avalancha de ofertas fue la de tirar para adelante, sin hacer caso ni, apenas, contestar a nadie.

Los guías falsos son muy pesados, sin embargo, esto no quiere decir que sean peligrosos. Sólo algunos, como en todos sitios. El caso es que seguí avanzando, con una nube de ellos a mí alrededor.

Más o menos, los conseguí rechazar, pero uno, más pesado de lo normal, se puso a mi lado y me soltó el rollo de que sólo quería hablar y de que la gente en Marruecos era muy buena. Me hablaba únicamente en español. Supongo que lo dedujo por mi aspecto físico, porque yo no le había dicho nada.

Al final como no me “soltaba”, le dije que no necesitaba su ayuda, y que había estado en Tánger en (textual) "infinidad de ocasiones". Evidentemente no se lo tragó. Como si no me hubiese escuchado, me preguntó a que hotel iba.

Le dije el nombre de la pensión. El se empeñó en acompañarme aunque yo seguía asegurándole que sabía dónde estaba. A todas estas yo seguía andando, a toda prisa, intentando fijarme en algún punto de referencia, que me permitiese orientarme. Justo en ese momento, a la izquierda, vi unas escaleras.

El tipo me dijo que era subiendo por ellas, yo también lo creía, pero me entró las dudas porque no quería que se creyese que le estaba hacindo caso a él. Pero por otra parte, igual no es por ahí, y el tío quiere perderme, nada más entrar en la medina.

De todas formas decidí subir. El seguía parloteando a mi lado. Cuando subimos las escaleras, entramos en una callejuela, en la que cada portal, prácticamente era un hostal, o pensión, a cual con peor pinta. Cada vez que pasábamos por uno, el tipo me decía el nombre del hotel y si era o no bueno. La verdad es que no insistió mucho en que eligiese ninguno de ellos. Yo seguía dudando si iba por buen camino, porque la verdad es que la calle en cuestión tenía una pinta horrible, pero al final, apareció el cartelito de mi pensión. Pensión Palace.

¡Estaba en "casa"! ¡A salvo!. Entré en la recepción de un salto, sin despedirme del tipo, a pesar de que el me siguió diciendo cosas. Evidentemente no le di dinero, si era eso lo que esperaba, y una vez que estuve con el recepcionista, se batió en retirada y desapareció.

Vale, reconozco que la medina por las noches, con la mochila, acojona un poco, y tiene un cierto riesgo. La guía aseguraba que esta zona de la medina, era la más peligrosa de Tánger, y que Tánger, era de las ciudades más peligrosas de Marruecos, (textualmente decía que Tánger no era una ciudad para pardillos).

Sin embargo, estoy seguro que el riesgo real, es muy inferior lo que yo sentí. Cuando llegué a la pensión me sentí como si hubiese superado peligros mortales.

Con ese estado de ánimo, el recepcionista me parecía mi ángel de la guarda. Le pregunté si hablaba español y, por supuesto, me contestó afirmativamente. Le pregunté si tenía alguna habitación libre, cruzando los dedos, porque no me apetecía volver a salir a la calle, dónde me imaginaba estaría apostado mi guía. Otra vez me respondión afirmativamente. Le pregunté el precio de la habitación, porque me sentía en la obligación de regatear, pero en ese momento, con los nervios, el regateo me salió patético.

- 50 dirhams (5 euros). Dijo le recepcionista.
- Perfecto. Contesté.

!Joder! menudo regateo. Me podía haber pedido el doble y hubiese aceptado igualmente. Además, el precio es extremadamente barato para lo que estamos acostumbrados en España.

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Una vez “negociado” el precio de la habitación con el recepcionista, le sigo por un intrincado laberinto de escaleras y pasillos en la más absoluta penumbra, salvo, de vez en cuando, por unas velas dispuestas en el suelo.

La pensión Palace, según había leído, estaba ubicada en un antiguo edificio español (creo que de correos). Era grande y se distribuía a partir de una serie de patios interiores.

Mientras caminamos, intentaba orientarme, porque luego tendría que entrar y salir por mis propios medios. No era fácil porque en bastantes sitios había que decidir entre varias opciones.

Finalmente, llegamos a una especie de distribuidor, que daba a las puertas de 4 habitaciones. El techo era una especie de pirámide acristalada, pero con los cristales rotos, y había una gran lámpara colgante también de cristal, en tonos azules, en muy deficiente estado y que no iluminaba demasiado.

El conjunto, a pesar del deterioro, era bastante bonito. Desde luego aceptable para tratarse de una pensión de 50 Dh (5 euros). Se podría decir que tenía encanto.

Mi habitación era la 28. Entro en ella detrás del recepcionista, y compruebo que es sencilla, pero pulcra. Paredes blancas, en general bien pintadas, aunque algún desconchón empezaba a asomar en las esquinas. La cama de matrimonio, con sábanas de limpias, aunque un colchón un poco hundido.

En una pared había también un pequeño lavabo. Ya sabía que en este tipo de pensiones el baño era comunitario y lo único que tenías dentro de la habitación era eso, el lavabo.

Lo peor era el armario con espejo, que estaba impracticable por el polvo que acumulaba y la inexistencia de perchas. Finalmente tenía una pequeña mesa con su silla, que me vendría bien para poder escribir mis notas del viaje.

Mientras lo miraba todo, el recepcionista se despidió, sin muchas alharacas. Me quedo sólo en la habitación. Como aún tengo algo de susto en el cuerpo, me encierro inmediatamente.

Mi primera preocupación era sacar de la maleta los papeles en los que tenía apuntados los teléfonos, de las dos personas de contacto en Tánger, que me habían facilitado. Ana y Anwar (se pronuncia Anuar).

Aunque a mí estas cosas (llamar a alguien desconocido), me dan un poco de vergüenza, pero en ese momento, y con la sensación de que si no venía alguien a buscarme no me iba a atrever a volver a salir a la calle, no era obstáculo suficiente.

Saco los números y marco, primero el de Ana. 00212… Llamada cortada. Pruebo otra vez, pero esta vez sin el prefijo del país, 65…… Otras vez, llamada cortada. Repito la operación con el número de Anwar. Vuelve a darme llamadas cortadas en ambos casos. Me pongo un poco nervioso. Aunque me han asegurado que en Marruecos la telefonía móvil funciona perfectamente, dudo.

Me doy cuenta de que el la pantalla del móvil todavía aparece red Vodafone, lo que debe significar que no se ha conectado automáticamente a ningún operador marroquí. Sin embargo tiene cobertura.

Se me ocurre que igual había dado la casualidad de que ambos estaban comunicando. Incluso pienso, absurdamente, que podrían estar hablando entre ellos, de mí.

Intento llamar a España para hacer tiempo. Me sale llamada cortada tanto si marco el número directamente como si marco el 0034. Me entra una pequeña risilla nerviosa. No me funciona el móvil en Marruecos. Estoy sólo, pienso para mí.

Intento buscar en configuración del teléfono, la opción de buscar nueva red de forma manual. No lo encuentro. Más nervios. Al final, dándole varias vueltas, lo consigo y conecta a un operador. Sin embargo no da cobertura.

Algo de lo que estoy haciendo no esta bien. Lo que pasaba es que, una vez que selecciono una red de las dos opciones que me aparecen (MOR IAM y MOR MEDITEL), le doy a aceptar, pero al no salirme cobertura en los 5 segundos siguientes, no tengo paciencia, y le doy a cambiar al otro operador.

Al final, sin saber muy bien que he hecho diferente, me conecta definitivamente a MOR IAM, aparece un iconito de una maleta, junto a la cobertura y 5 magníficas rayas que indican cobertura excelente.

Vuelvo a llamar a Ana y, con un vuelco en el corazón, descubro que da línea, y, mejor todavía, contesta.

- ¿Hola?
- ¡Hola Ana! Soy JR, el amigo de Ana, estoy en Tánger. Le suelto a bocajarro.

Vacila un momento, pero reacciona (estaba avisada) y contesta.

- ¡Ah! ¿Ya has llegado?
- Sí, ya estoy en la pensión y estoy bien.

Supongo que le extrañaría que le dijese que me encontraba bien. ¿Porque no iba a estarlo? Ella vive allí y no le parecerá muy normal, que un tío de metro noventa y dos centímetros este encerrado en su habitación y acojonado.

Me quedo dudando un momento, si explicarle de inmediato mi “situación de necesidad”, o mantener una imagen de suficiencia. Decido ser sincero y pedirle una “cita”.

- Perdona que te asalte, pero es que Ana me dijo que te llamase con toda confianza y era por si podíamos quedar a Cenar.

Vuelve a dudar un momento.
- Si, claro, claro, me contesta ella. Lo que pasa es que todavía tengo que hacer unos recados, y no tengo planes exactos para esta noche. Igual íbamos al cine a ver una película, porque están proyectando un ciclo de cine europeo, y eso no es muy habitual en Tánger.

Calla un instante y prosigue.

- Aunque, claro, igual a ti no te apetece.

Yo no dudo, pero balbuceo.

- No, no, ¡yo me adapto a lo que sea!

Dios mío, ¡no me quiero quedar sólo!.

- Vale, pues dame media hora, y te vuelvo a llamar para decirte como quedamos.
- Perfecto. Le doy muchas gracias tres veces y cuelgo.

¡Uf!. Suspiro aliviado. Parece que tengo “salvación”. Voy a quedar con alguien, que conoce la ciudad y me “protegerá”.

Me animo mucho, y empiezo a pensar con más claridad. Ahora ya tengo una base de operaciones, la habitación de mi pensión, y una cita, para más tarde. Paso, en un segundo, del miedo, a la euforia.

Y, aunque parece increíble, también paso en un instante, de no querer salir de la habitación, a pensar en explorar. Lo que quería fundamentalmente era comprobar si al no llevar la mochila, me podría mover con mayor facilidad por la calle, sin llamar tanto la atención, o por el contrario la sensación que había tenido cuando venía era real.

Esa era un poco la clave del viaje. Desde luego la idea de que iba a estar un mes entero en Marruecos perseguido por guías falsos no era muy atractiva.

De momento para relajarme un poco llamo a España para decir que estoy bien. El móvil funciona a la primera. ¡Perfecto! Cuando termino, me preparo y me doy cuenta, que, en el fondo, estas sensaciones son las que buscaba con el viaje. Un poco de aventurilla, romper la rutina, conocer cosas nuevas, así que no me puedo quejar.

Cunado estoy preparado, me vuelvo a poner el polar y salgo de la habitación. Llevo botas, pantalones grises oscuros de montaña, y el polar, que es negro y gris, con capucha, así que no puedo llamar mucho la atención de noche. Además mi pelo es castaño oscuro. ¡Joder, soy español, no un rubio sueco pecoso! Tampoco puedo cantar mucho sin la mochila.

Salgo al distribuidor, cierro, e intento recordar el camino por el que he venido. Dudo un poco en alguna intersección de pasillos y escaleras, pero al final salgo a un patio interior que me suena, bajo unas escaleras y llego a recepción.

Como no llevo ni un dirham encima, me dirijo otra vez al recepcionista para que me cambie algo de dinero. Calculo que con 40 euros, que es más o menos la mitad de lo que he traído conmigo, tendré suficiente. No se si es mucho o poco, pero en comparación con el precio de la habitación 50dh, me parece que 400 tiene que bastar.

Una vez que el recepcionista me los da, me dispongo a salir a la calle, pero el tipo me retiene.

- Oye, oye.

Y por toda explicación, me alarga un papel.

Lo miro con cara de tonto, primero a él y luego al papel, hasta que al final, me doy cuenta de lo que es. Claro, en Marruecos hace falta un documento acreditativo del cambio realizado. Lo cumplimento y se lo queda. Me sonaba que en mi guía decía que teníamos que quedarnos con una copia, por si me lo pedían a la salida del país, pero el tipo no hace mención y yo tampoco le pregunto.

Además, ¿dónde me van pedir los papeles? ¡Si en este país no hay control de aduanas! Además mi plan era sacar el dinero directamente en dirhams, en los cajeros.

Al fin, salgo a la calle. Justo a la izquierda de mi pensión, como a unos 15 metros, había una pequeña plazoleta, que se llama el zoco chico. Lo había visto en el plano, y pretendía evitarla, porque, teóricamente, es la zona más conflictiva de la Medina.

Decido, por tanto, desandar el camino, bajando a la derecha, por la calle por la que llegué, bajar la escalera y una vez abajo, intentar callejear hasta llegar al hotel Continental.

El Continental es el hotel más grande y lujoso de la medina, y además ya lo había localizado visualmente mientras realizaba mi caminata por el puerto, así que creía poder encontrarlo.

En principio, este hotel era el que me habían recomendado para quedarme, pero aunque no era muy caro en términos españoles (no pasaba de 30 euros la noche), comparado con mi pensión era 6 veces más. Y un trotamundos (que era, aunque primerizo, lo que yo pretendía ser) siempre intenta ir a los sitios más baratos y auténticos.

Nada más salir a la calle, la primera buena noticia. Mi guía pesado no estaba esperándome. En total habría pasado una hora desde que me dejó, así que lo más probable es que se hubiese cansado.

Como táctica, empiezo a andar rápido e intentado parecer decidido. Paso por delante de las otras pensiones y ninguno de los que antes me chillaban, ahora me dice nada. Eso me da confianza.

Parece que esto funciona porque, ni siquiera parecen darse cuneta de mi presencia. Además la intimidad me permite mirar un poco, aunque tampoco en demasiado porque sigo andando rápido para no despertar “sospechas”, las cosas, las calles, los comercios.

Bajo las escaleras, atestadas de gente, y sigo sin ser asediado. Cunado llego abajo, giro a la izquierda y veo un cartel que indica la dirección del hotel continental, y la distancia, 200 metros. ¡Fantástico!. Gano algo más de seguridad, aunque sigo recordando que, en teoría, la medina, por la noche, es peligrosa. Otro cartel, Continental a 100 metros. Cruzo entre grupos de personas y nadie me dirige la palabra.

Unos niños juegan a baloncesto en una pequeña cancha, situada en una terraza sobre el puerto, y tienen bastante público. En un inicio de arranque de euforia, se me ocurre jugar con ellos.

El arranque pasa y sigo mi camino. ¡Tampoco hay que pasarse!, pienso.

Continental 50 metros. Ya veo la puerta. Cunado me dispongo a franquearla, un empleado de seguridad me mira y me pregunta dónde voy.

Le hablo en español, y me invento que he quedado con una amiga en el bar del hotel. En un segundo se da cuenta que soy un turista y, con su mejor sonrisa, me hace pasar. Además me indica el camino, aunque este era evidente porque la entrada estaba justo enfrente.

He triunfado. Estoy en la terraza del hotel, encima del puerto, escuchando las olas contra el espigón. Al fondo, las luces de toda la superpoblada bahía de Tánger. Me siento seguro. El paseo de escasos diez minutos me hace comprender que la Medina no era tan terrible como inicialmente me había parecido. He recorrido andando por la noche una buena parte de la medina y nadie me ha molestado.

Mis miedos iniciales se debían a la inexperiencia y estaban, casi totalmente, injustificados. Lo que había pasado es que la mochila había hecho que todos los guías falsos, un 1 % de la población, fuesen a por mí. Sin embargo, una vez liberado de esa carga, me podía mover entre el 99% restante con total tranquilidad.

domingo, 13 de mayo de 2007

Marruecos: Viaje de Madrid a Tanger

Nota: Si estaís pensando hacer un viaje a Marruecos, os recomiendo que visitéis la guía de Marruecos que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com


Día 1: Viaje de Madrid a Tánger.
Confusión de compañía de autobuses. Estoy en la estación sur de Madrid, son las 5:30 de la mañana, el autobús sale a las seis. Creía que el autobús era de la compañía Alsa(no se muy bien porque). Hago una cola de treinta minutos, y cuando faltan sólo cinco para la salida del autobús (nervioso perdido) llego a la ventanilla. Me dicen que ellos no tienen autobús a Algeciras. La primera en la frente.

Afortunadamente saben que la compañía es DAIBUS y que su ventanilla (sin colas) está a menos de veinte metros. Ya me extrañaba a mí, que Algeciras tuviera tanto éxito como destino, y además un miércoles a esas horas.

Voy corriendo, compro el billete y llego, otra vez corriendo, con un minuto al andén dónde esta aparcado el bus.

Inevitablemente (tendencias adquiridas en la infancia) busco un asiento en la parte trasera del autobús. No me resulta dificil porque sólo hay unos 20 pasajeros más (para unas 55 plazas). Lo que creía que podía ser una parte incomoda del viaje, fue todo lo contrario. Tenía dos plazas enteras para mí, el autobús era nuevo, con video, calefacción y todas las comodidades de los autobuses modernos.

El día esta nublado, y el viaje transcurre sin ningún incidente, salvo un poco de tráfico a la salida de Madrid (es peor en sentido entrada, hay mucha gente que entra a trabajar a estas horas, pero yo no. Me voy de viaje. ciao. hasta la vista!!)

Cuando pasamos a la altura de Granada (el autobús no hace ninguna pareada hasta Málaga), sigue tan encapotado y con niebla, que ni siquiera se ve la ciudad.

En málaga se bajan 16 de los 20 viajeros. Sí, no es una forma de hablar, nos quedamos sólo 4. Tres señoras y un servidor. De los 4, tres vamos a la estación marítima para coger el ferrie. Lo sé no porque haya intimado con mis compañeros de viaje sino porque el conductor lo pregunta.

Conclusión, nadie viaja (sólo 1 persona) a Algeciras. Los que lo hacemos es para irnos a otro sitio.

Una vez salimos de Málaga, tomamos la autopista de la costa, dirección Algeciras/Cádiz. En los últimos años he recorrido este tramo docenas de veces, para ir a trabajar al Puerto de Algeciras. Me debato entre llamar o no, a un antiguo cliente (sólo hace un par de meses que deje mi trabajo, pero me parece que ha pasado un siglo). Como no llame y me vea alguien del puerto voy a quedar fatal. Y es muy probable porque los guardamuelles son los que vigilan (junto con la guardia civil) la estación marítima.

Decido no llamar. Al fin y al cabo, sólo voy a estar dos horas antes de coger el barco. Llegamos a Algeciras. La estación Marítima es un poco liosa y, sin darme cuneta, me meto en la zona comercial dónde las agencias, tienen sus tiendas. Algunos empleados me intentan vender un billete.

Pero yo, ya lo tengo comprado por Internet y sólo necesito recogerlo en la oficina de Nautas. Al final, aunque de mala gana, me indican dónde esta.

En el mostrador hay dos chicas muy algecireñas. Morenas, acento indescifrable y muy simpáticas. Les doy el localizador y me dan mi billete.

Mi barco es el Jaume I, un catamarán rápido que tarda 90 minutos en hacer el recorrido. Nota: Para un aragonés es un poco duro ir en un barco que se llama Jaume I, en vez de Jaime I (es muy típico lo de catalanizar los nombres de los Reyes de la Corona de Aragón), pero claro, la compañía es NAUTAS/BALEARIA.

Tengo casi dos horas de espera. El autobús ha llegado a las 15:25, y la salida del barco esta prevista a las 17:45. Me voy a la cafetería a comer algo. Empiezo a seguir una de las máximas fundamentales del viaje; “Cuánto más barato mejor”. En lugar de pedir un menú, me conformo con un bocata (de bacon), una coca cola y un café. Ni siquiera me tomo un helado de esos tipo snack (twix, mars, o similar..) que me apetecía mucho.

En realidad el venir hasta aquí en autobús, ya era una decisión tomada en base al coste. Podía haber cogido un avión Madrid – Tánger, pero creo que esa, no es la forma auténtica de empezar un viaje de mochilero por Marruecos.

Mientras comía veo un Policía Portuario que conocía de vista. O bien no me vio, o como yo, se hizo el sueco.

Cuando termino de comer, leo un buen rato, hasta que queda sólo media hora y decido dirigirme a la zona de embarque.

De nuevo otro mostrador. Tiene un cartel en el que se lee “TARJETA DE EMBARQUE” con dos señoritas más. Me siento un poco como Paco Martínez Soria. He viajado muchísimo en avión, pero no se si esto será igual. Dudas existenciales;
  • ¿Me vale el billete que ya tengo, o ahora tengo que ir y canjearlo por la Tarjeta de Embarque?
  • ¿Tendré que facturar la maleta?.

Al final utilizo una táctica dilatoria (muy frecuente en mí). Primero paso de largo por las ventanillas y voy al servicio. No tengo ganas de ir, pero eso me permite observar que hacen los demás e intentar pensar y decidir. Es bastante más infantil que simplemente preguntar, pero yo soy así (aunque me esfuerzo por mejorar cada día).

Mientras estoy en el baño no decido nada, pero cuando salgo me acerco a una de las ventanillas y una de las chicas se me queda mirando muy fijamente. Tanto que, o se ha enamorado de mí, o esta esperando que le diga algo. Me acerco más y, sin decir nada, le doy el billete. Lo comprueba y me lo devuelve, diciéndome que esta OK y que tengo que esperar.

Espero. A los diez minutos aparece un encargadillo. Necesito llamarle así, porque no es un encargado normal, sino de esos tipejillos (que hay en todos los trabajos), que se dan mucha importancia a sí mismos (más de la que realmente tienen). Politiquillos, profesorcillos, directorcillo, etc...

Pues este era un encargadillo que, además, trataba a las chicas (las del mostrador) con bastante desden. Se dirige a todos los que estamos esperando (unos 100) y, con voz potente, nos dice que tenemos que dirigirnos al control de la policía para hacer el preembarque.

En el control un Policía Nacional, comprueba los pasaportes. Como sólo hay uno, se forma una cola bastante larga. Paso de los primeros y me siento otra vez en una nueva sala porque el barco aún no ha llegado (faltan unos 15 minutos para la teórica salida). Desde esta sala se ven las pasarelas, por las que los pasajeros suben a los barcos, y los muelles. Efectivamente no hay atracado ningún catamarán que responda al nombre de Jaume I (ni, por supuesto, tampoco al de Jaime I).

En esas que llega otro policía, con pinta de más jefe que el otro, y dirigiéndose al encargadillo (que esta supervisando la operación) le pregunta porque demonios estamos preembarcando, sin la autorización pertinente.

El policía le empieza a decir al encargadillo de todo, que si se va a montar un follón cuando se crucen los pasajeros que desembarcan, con nosotros, en la sala, que si tienen que esperar que el autorice la opeación,etc... Pero el otro no se achanta y, gritándole tanto como el otro, le contesta que a él le da igual, pero que el barco, no va a esperar, y que si no hace el preembarque antes, luego con lo que se tarda en chequear los pasaportes tendría que hacerlo.

Me da la impresión de que esta discusión se produce diariamente y que es un tira y afloja entre las Compañías y la Policía y la Autoridad Portuaria. No puedo creerme que un empleado de una compañía, se le encare así a un policía, sino es porque por las noches su presidente y el responsable de la policía nacional en la zona, se tomas algunos cubatas juntos y llegan a acuerdos intermedios.

Por mi trabajo anterior, ya sabía algo de los problemas operativos de esta estación de pasajeros y observo la escena divertido.

Al final aparece un Jefe de Servicio, que también discute con el encargadillo, pero es más conciliador, y le permite salirse con la suya.

Mientras estamos esperando veo que algunas personas, un poco despistadas, se dirigen al “finger” de entrada a las pasarelas. Si nadie los para son capaces de montarse en otros barcos. El encargadillo de da cuenta, corriendo alcanza a unos cuantos y les pide que esperen en la sala.

En cualquier caso no parece muy bien organizado, porque bastaría con poner un cordel antes de la entrada y una persona chequeando los billetes. En vez de eso el encargadillo discutiendo y las dos chicas de antes (que finalmente no se cual era su función), no han entrado con el pasaje a esta nueva sala.

El control no me parece muy sistemático, y estoy casi seguro, de que algunas personas ya están recorriendo las pasarelas, buscando un barco que aún no ha llegado.

Esta claro además de que no hay mucha coordinación, entre las compañías navieras y las autoridades, para realizar la operación.

En esas llega el barco y empieza la maniobra de atraque. El encargadillo, que debe tener órdenes precisas de que el barco no debe de esperar ni un minuto, nos hace pasar a todos hacia la pasarela. Cargo con mi mochila a la espalda y paso caminando por la pasarela que tiene un primer pasillo (de unos 4 metros de ancho) que llega hasta una bifurcación en la que unos carteles indican, a la izquierda, dársenas 1 y 2, y a la derecha, 3 y 4. Sin embargo, ni en el billete, ni en otro cartel, ni el encargadillo, te dicen en cual de los cuatro esta tu barco.

Consecuencia, todo el mundo se queda apelotonado en la bifurcación sin saber que hacer. Como se ve un poquito los muelles, algunos de los pasajeros miramos por si se ve el barco y vemos en que atraque está. Con algo de esfuerzo se puede ver que el barco ha metido proa hacia nuestra derecha. Lo vemos varios.


Nos dirigimos hacia allí en tropel. Sin embargo cuando volvemos a doblar a la izquierda, ya en paralelo a los muelles, vemos que el barco, vuelve a meter maquinas marcha atrás, y cambia de dirección. Además que los muelles 3 y 4 ya estaban ocupados por dos barcos grandotes tipo ferrie (de los lentos). Se ve que el nuestro había ido a ese lado para poder, marcha atrás, posicionarse correctamente, con la proa hacia la bocana.

Consecuencia. Media vuelta, y todo el resto del pasaje, que nos había seguido, también.

Una vez en la bifurcación hay otro pequeño parón, pero al final no queda otra, y todos nos dirigimos a la zona de las dársenas 1 y 2. Yo no las tenía todas conmigo y desde luego lo que pensaba es que si esto estaba resultando tan desorganizado y lioso un miércoles 24 de noviembre, es decir, sin nada de tráfico, ¿Cómo demonios sería la Operación paso del estrecho en Agosto, con docenas de barcos entrando y saliendo y todos los pasajeros perdidos, equivocándose, cruzándose los que desembarcan con los que embarcan?.

A los pocos segundos apareció la popa del barco, atracando en la dársena 1, es decir, estábamos en el sitio correcto.

Primero se inicio la maniobra de desembarque y embarque de los vehículos en la bodega. De la popa del barco descendía un rampa hasta el muelle, y los vehículos la cruzaban con toda facilidad y en muy pocos minutos. Bajaron muy pocos y subieron algunos más. Camiones de mercancías ninguno, así que supongo que esos van en los ferries grandes. Más lentos, pero supongo que también más capaces y baratos. De hecho no se si en los catamaranes se pueden montar camiones.

Una vez terminada la operación, los famosos (al menos para mí) “planchistas” colocaron las pasarelas para los pasajeros y, después de que desembarcaran unas 20 personas, empezamos a embarcar los que esperábamos en el muelle. Una vez más, temí que alguno me reconociera porque son empleados de la Autoridad Portuaria, pero no vi a nadie.

Encontrar un aplaza cómoda tampoco fue problema. Al igual que en el autobús, el barco estaba medio vacío. Calculo que tendrá capacidad para unas 800 personas y sólo había unos 100 pasajeros.

Busco una plaza cerca de una ventanilla, a mitad del barco, en estribor. Aunque esta anocheciendo, tengo la esperanza de ver todavía alguna estampa bonita, con puesta de sol en mitad del estrecho. Es difícil, porque el día ha estado muy nublado.

La tripulación comenta que hay bastante viendo en el estrecho, y de que el barco se va a mover bastante. Yo siempre he alardeado de no marearme en los barcos, así que no me preocupo. Lo cierto es que no he hecho grandes travesías, pero sí alguna cosa parecida a esta entre Islas, en Canarias (donde viví algunos años) y con un catamarán muy parecido. En aquellas ocasiones me sorprendió ver a la mayoría de la gente vomitando porque a mí, no me afecto nada.

Además, en los asientos había montones de bolsas especialmente preparadas (las típicas de plástico blancas, con instrucciones). Lo que me confirma que es “práctica habitual” en la travesía.

Salimos y, tras unos minutos de ir cogiendo ritmo en el interior de la bahía, salimos a mar abierto. Veo las luces de Algeciras, y, a lo lejos, me parece que también las de Tarifa. Me siento bien. La aventurilla ya ha comenzado.

Muchos de los pasajeros españoles corren rápidamente al bar para pedir cubatas. Nunca he entendido esa especie de obsesión que tienen los españoles (es a los que más he visto hacerlo) por consumir en las cafeterías de los medios de transportes. Parece que si no están tomando una cerveza o un cubata, no saben hacer nada. Además es raro porque el viaje sólo dura hora y media!, ¿no será mejor tomarte el cubata en Tánger??

Oigo a un grupito de españoles, de mediana edad, que se marchan para atrás, porque allí el barco se mueve menos y por tanto, es más fácil no marearse.

Yo, con mi habital actitud de;”estoy sobrado”, decido quedarme dónde estoy. A los pocos minutos el barco empieza a moverse bastante.

Por megafonía nos piden que, nos dirijamos a una zona del barco, donde dos policías de ese país, se encargan de sellar los pasaportes.

La verdad es que me parece una medida de máxima eficiencia. En vez de sellar los pasaportes en la Terminal de Tánger, formándose colas interminables, los policías van en el barco y tienen tiempo de ir sellando cada pasaporte.

Me dirijo hacia ellos. Están de paisano, en una mesa tomando algo. No pierden ni un segundo por persona. Cotejan el nombre con lo que has escrito en el formulario y listo. Ni siquiera miran la foto.

Toda esta operación, te obliga a estar de pie un buen rato. Con el movimiento del barco, bastante importante, empiezo a notar que el estómago se me contrae un poquito.
Regreso a mi sitio. Mientras cruzo el barco compruebo que, a estas alturas, al menos un 30% del pasaje tiene la cabeza entre las rodillas y empiezan los amagos de arcada. Algunos de manera un tanto exagerada.

Llego a mi asiento y me doy cuenta de que sí que estoy un poco mareado. Intento estarme quietecito y no hacer mucho caso. Decido que, como está oscuro y no puedo disfrutar de las vistas del estrecho, lo mejor será leer un rato.

A mí alrededor se eleva un coro de arcadas y más que arcadas. Calculo que un 60% de los que yo veo desde mi sitio. Me impresiona especialmente una madre marroquí (con velo y vestido tradicional) de unos 40 años y su niño de 2 o 3. Estaban vomitando a dúo. Al final tiene que acercarse dos azafatas a ayudar. Menudo numerito!!-. Estarán acostumbradas, pero a pesar de todo no les arriendo la ganancia..

El barco se mueve cada vez más y al ruido de toda la gente vomitando (bastante desagradable, se une el de las olas golpeando el casco del barco, que crujía como un loco y la caída de todas las cosas no aseguradas en el bar, vasos, platos, muchas cosas se caían y rompían sin parar.

La tripulación, que esta tan tranquila (obviamente) mira por las ventanillas y aseguran (con cierta condescendencia) que ya queda poco. Yo miro el reloj y veo que al menos queda media hora. Todo el mundo les empieza a preguntar cuanto queda cada 2 minutos (como cunado éramos pequeños)

En el fondo tiene su gracia. Pienso en lo que debe ser una travesía larga en un pequeño velero. Dios mío, si ya estoy mareado así, no quiero ni pensarlo. Este verano a la vuelta de un viaje a Panamá, conocimos a un vasco, que estaba en gestiones para comprar un barco de segunda mano (a algún Iñaki pijo) allí. Por lo que nos contó ya tenía uno y lo iba a vender para poder comprar este, un poco más grande, de unos 14 metros de eslora.

Su plan era regresar en octubre, cunado se lo hubiesen arreglado un poquito y traérselo navegando desde Panamá hasta Pasajes. Comentó que necesitaba alguien que le ayudase e tripularlo y, aun que yo no se nada de barcos, se me ocurrió que quizá podría aprender (al la fuerza ahorcan) en la travesía. Sin embargo perdí el mail del tío y nunca pude llegar a proponérselo.

Ingenuo de mí. Probablemente me hubiera pegado una semana vomitando como un loco. No se mucho de navegar, pero tengo la impresión de que noviembre y atlántico, combinan bastante mal.

En todo caso, aunque estoy bastante mareado, soy de los pocos junto a la tripulación, que aguanta el tipo. No tengo nauseas, pero me noto raro y es la primera vez que me ha pasado ¿me estaré haciendo mayor? De repente tengo la sensación de que no puedo aguantar más, hago fuertes respiraciones con el estómago para intentar controlarme, oigo a una azafata que dice que ya casi llegamos. Hago de tripas corazón. Veo las luces de la ciudad, entramos en la bahía. El barco empieza a moverse menos. Suspiro de alivio, aunque el mareo sigue igual ya hemos llegado y estoy casi seguro de poder aguantar lo que queda.

El estómago vuelve a su sitio, y sólo me queda un poco de flojera de piernas. Vuelvo a moverme. Atracamos.

Todo el mundo se levanta rápido para intentar bajar. Yo cojo mi mochila y también me levanto. Estamos en Tánger.

viernes, 11 de mayo de 2007

Nada en la vida es perfecto

Uno de mis objetivos cuando deje el trabajo era, viajar, y escribir sobre los viajes que hacía. Por eso, entre otras cosas, me marché un mes sólo (con la mochila) a Marruecos.

Durante el viaje ya tuve dudas existenciales acerca de si, debía quedarme en el hotel escribiendo, o salir a la calle a ver cosas para tener "material" que luego contar. Claro, un libro no se escribe así como así, exige tiempo. Muchas horas. Pero, si me quedaba en el hotel me perdía cosas que podían ser interesantes. ¿que debía hacer?

Al final, escribí bastante (unos 100 folios) a fuerza de obligarme a que, en mi rutina diaria, además de visitar monumentos, buscar dónde comer y cenar, y callejear, se incluyeran unas tres horas dedicadas a escribir.

Cuando volvía a Madrid, reduje mi ritmo de escritura porque, además de ir al rocódromo, empecé a escribir en este blog, lo que también lleva su tiempo.

A veces escribía del viaje de Marruecos (2 o 3 post), y el resto del tiempo de otras cosas (música, actividades, cotidianas, otros viajes anteriores). El tema es que sólo escribía, el que tenía que ser mi libro y principal objetivo, unas 4 o 5 horas a la semana. Aún así, llegué a unos 200 folios.

Desde que estoy viviendo en Amsterdam, hasta hoy mismo, no he vuelto a escribir una línea. Y no puede ser!!. A mi rutina diaria, se ha añadido la obligación de estudiar inglés, y sobre todo leer libros en inglés. Entre eso, los recados típicos de recién llegado a una ciudad, el rocódromo y un poco de vida social, se me pasan los días sin escribir nada. También el blog se esta resintiendo y, de 4 o 5 post semanales, estoy pasando a 2 o 3.

Hasta hoy. Porque hoy he tomado una decisión. Voy a escribir todos los días algo del viaje a Marruecos y lo voy a publicar en el blog. Tal y cómo esté. En bruto. Sin corregir. No tengo nada que perder y así al menos tendré una versión borrador terminada.

De esta forma mato dos pájaros de un tiro y con una dedicación de un par o tres horas diarias, cumplo con el blog y adelanto trabajo en el libro.

En todo caso, si algún día me pasa algo muy curioso en Ámsterdam, o me apetece contar cualquier cosa, también lo haré.

Por último. Pido disculpas por anticipado. Va a ser una versión sin pulir. Simplemente contaré lo que hice. No tendrá ninguna pretensión literaria (¿podría llegar a tenerla?). Debe tomarse como el relato que un amigo le hace a otro.

Mañana empiezo. Ya lo tengo escrito de hoy.., así que mañana cumpliré ;-)

miércoles, 9 de mayo de 2007

RECOMENDACIONES MUSICA ELETRONICA DE LA SEMANA

En las última semanas estoy escuchando mucha menos música que antes. Una de las razones es que, cuando voy al rocódromo, intento establecer conversaciones con otros escaladores para practicar inglés. Y Claro, la Ipod y los cascos no ayudaban en exceso.

No es muy difícil, a diferencia de España, dónde todo el mundo iba a su rollo, aquí, en cuanto te ven que tienes dificultades para terminar un bloque/boulder, (que, en mi caso, es casi siempre), se acercan y te dan consejos.

De paso, y ya me ha ocurrido dos días, se quedan contigo media hora, explicándote otros posibles boulders de tu nivel y trucos posturales. Que si estira el cuerpo así, apoya el talón en esta presa alta, gira la cadera para contrarrestar el desplome, y muchas más cosas que, por las limitaciones del idioma, no entiendo.

Bueno pues a lo que iba. Mis dos horas y media de gimnasio ya no son también de escuchar música.

Además voy en bici a los sitios y, de momento, no me siento preparado para prescindir del sentido del oído, mientras trato de esquivar tranvías, otras bicis, coches y peatones. Por eso he decidido no llevar la música tampoco en los desplazamientos. Tampoco mientras leo en Inglés, puedo permitirme el lujo de escuchar música de fondo que me distraiga.

Finalmente, y como cuarta y última razón, esta el que la señal wifi que le “sustraemos” al vecino (no sabemos a cual y eso minimiza el sentimiento de culpa) esta cada vez más débil. ¡Como para conectar el mule todo el día y quitar ancho de banda!! Además, si se da cuenta nos lo bloqueará, así que tampoco estoy bajando música nueva.

De todas formas, me siento capacitado para seguir publicando Recomendaciones, (con los miles de discos que he escuchado en los últimos años), durante meses, sin que la calidad se resienta.

Ahí van los de esta semana:

Depeche Mode – The Remixes.
Gotan Project – La Revancha del Tango.
L.S.G – The best of..
Leftfield – Leftfism.
Laurent Garnier & Carl Cox - The Kings Of Techno
Fé de erratas:
Hace unas semanas, en las Recomendaciones de turno, comenté que durante meses tuve un canción fetiche de Goldie que se llamaba Timeless. Pero esto no es cierto, confundí el título del disco;Timeless, con la canción que lo abría; Inner City Life.
para escucharla, pincha en el vínculo, y disfruta.