miércoles, 9 de enero de 2008

Monkey temple, despedidas y un largo viaje en Taxi

Abro los ojos a las ocho y media. He dormido regular. No consigo quitarme de la cabeza la idea de que hoy es el último día.


La noche anterior habíamos quedado en que, como yo me tengo que marchar a las tres, iríamos a visitar el Monkey Temple pronto. Todo el mundo cumple, excepto Kiko, y a las nueve y cuarto estamos desayunando. Tengo que reconocer que estoy triste. Triste de verdad. En todo caso, hago un esfuerzo de voluntad, y bromeo, sonrio y hablo con todo el mundo. Los chicos asturianos también se nos unen y me reiteran su invitación de ir a Noruega.


Cuando terminamos nos vamos al monkey temple. decidimos hacer la ida andando, son unos cinco kilómetros, y la vuelta en ricksaw. Babette esta un poco mejor de su gripe/resfriado y ya tiene un color en la piel de persona normal.


Incluso siendo pronto, hace calor y en cinco minutos todos los chicos estamos sin camiseta y tostándonos la piel un poco más. Cuando vuelva a Holanda voy a parecer de otro planeta. El paseo es muy agradable. Bordea una pequeña carretera rodeada de palmerales y acequias. Por las aceras discurre una silenciosa procesión de lugareños acarreando agua, leña, mazos de babanas o simplemente a sí mismos. También hay mucha gente esperando en cuclillas, sentada o incluso durmiendo placidamente a la sombra de las palmeras. Supongo que les vendrán a recoger para llevarlos a algún campo a trabajar y que ese es el sitio convenido.


Llegamos al Monkey Temple. Las escaleras se elevan delante de nosotros serpenteantes para salvar unos 150 metros de desnivel que puede tener la colina. Junto al comienzo de la escalera, un viejo vende palos de bambú, para ahuyentar a los monos. Alertados por las historias de Marco, compramos dos para Babette y Kim.


Empezamos la marcha. En los primeros diez escalones Babette se da cuenta de que todavía no esta recuperada. Los demás siguen subiendo pero yo, que soy "charming" (broma que me hacían constantemente), me quedo a hacerle compañia y darle ánimos. La subida es un suplico para ella. Lo que deberían haber sido cinco minutos, se convierten en más de veinte. Paramos seis o siete veces para que ella tome aire. Realmente le cuesta mucho respirar y empieza a congestionarse otra vez. Le propongo que no se fuerce y que bajemos, pero al final, a base de hacer descansos, llegamos arriba.




Marco, Flaurent y Kim están tranquilamente sentados disfrutando del paisaje. El Monkey temple no es, como los templos del otro lado, una ruina antigua, sino un lugar de culto en activo. El edificio no tiene ningun interés, es blanco, minúsculo, con una pequeña torrecita piramidal y sin mucho encanto.


Sin embargo el lugar, en su conjunto, es mágico. En primer lugar porque se domina toda el área ofreciendo unas vistas excepcionales. Además en el templo, unos sahdus estan haciendo sus rituales, mientras los monos corretean entre ellos haciendo todas las trastadas que se les pueden ocurrir. Y lo mejor es que tiene culto local. Además de los turistas, un continuo perigrenaje, de gente de las aldeas cercanas, para rezar, confiere al lugar de un misticismo real.


No puedo evitar tener un pequeño momento de melancolía, me alejo del grupo, y me siento en uno de los aleros del templo con las perinas colgando sobre el abismo, dejando que el viento que sopla desde el valle me refresque.


Intento retener cada detalle, cada color, cada olor, cada sonido. se que volveré a Hampi. Tuve la misma sensación cunado estuve en Corcobado (Costa Rica) y ya he repetido. Es un sitio que marcará mi vida. Hampi. Siento una emoción tan intensa que se me eriza el vello del cuerpo.


Trato de recuperarme y vuelvo con los otros. No quiero parecer taciturno en mi último día. A pesar de ello noto, cunado me miran, que se dan cuenta de lo que estoy sintiendo. Damos un paseo por las rocas que coronan la colina. Nos hacemos fotos. Como ya es la una decidimos marcharnos. Todavía hay que regresar y me gustaría tener tiempo de ducharme antes de coger el taxi.


En la bajada Marco da un traspies y se hace un pequeño esguince. No parece serio, pero le cuesta andar un poco. Negociamos un rato con el ricksaw y al final obtenenos un precio razonable. Cunado llegamos al guest house, como sobra algo de tiempo, jugamos un rato a las cartas. Por primera vez, debe ser porque me voy, la diosa fortuna me sonrie y voy ganando claramente. Sin embargo no me concentro. Cuando se acerca la hora, me doy una ducha rápida en la habitación de las chicas, y me preparo. Todos, menos Kiko que no sabemos dónde esta, van a venir a despedirme.


Pago la cuenta y nos marchamos. El taxi me esta esperando en la puerta de la agencia. Voy a tener dos conductore porque, como el viaje es muy largo, deben de turnarse para no quedarse dormidos. El cohe es pequeño pero bastente nuevo y parece cómodo. meto la mochila en el maletero y me giro para despedirme. Aunque sólo nos conocemos desde hace nueve días, me parece que estuviese diciéndo adios a amigos íntimos. Para demostrar que soy latino y que no me da miedo ser afectivo, les abrazo a todos uno detrás de otro. Babette y kim me aseguran que me van a echar mucho de menos y me piden que les escriba con frecuencia.


Para no alargar el momento, les pido a los conductores que salgamos cuanto antes porque tenemos prisa, y me monto en el taxi. Con la ventanilla bajada un último adios. Me marcho. Nos cruzamos con los asturianos, les grito y ellos me dice adios con la mano en la distancia. La siguiente hora vamos dejando atrás los campos de cereales y arroz, los palmerales, los maravillosos boulders graníticos, los templos y, sobre todo, alejándonos de la buena compañía.


Intento leer. No me concentro. Intento hablar con mis conductores. Me sonrien mucho, pero ni una palabra de Inglés. Decido dormir. Me despiertan cada rato porque paran a tomar Chai. A mi no me apetece pero estiro las piernas. Luego volvemos al coche y yo trato de seguir durmiendo.


Sobre las nueve paramos a cenar en un hotel bastante lujoso. Mis conductores intentan pasarme la cuneta de su cena, pero yo había acordado que todos los gastos estaban incluidos, y se la devuelvo además de ponerles mala cara. No estoy de muy buen humor.


Seguimos viaje. Más o menos, me entero de la ruta entre sueños. Sobre las cinco de la mañana, o lo que es lo mismo, tras catorce horas, llegamos a Mumbai. Lo que más nos cuesta es encontrar el aeropuerto internacional, dónde sospecho que mis dos conductores Hampianos no estado jamás.


Preguntan a muchisima gente por las direcciones y, al final, tengo que ser yo el que les oriente, porque empiezo a reconocer algunos sitios. Ellos parecen muy excitados y me da la impresión de que parte del dinero que han ganado no volverá a Hampi. En que vicio lo gastarán lo desconozco, pero no me parece estén pensando ir a la Biblioteca Nacional o a ver una obra de teatro. Probablemente no tendrán muchas oportunidades de venir a una gran ciudad como Mumbai.


Me dejan en el aeropuerto algo más tarde de las seis. Mi vuelo es a las 9.15, así que tengo tiempo. Nos tomamos un café juntos. Me piden propina y les digo que no. Es muy caro para mí. No me puedo permitir la propina, les explico. Lo bueno de los Indios es que, en general, con la misma facilidad que te piden el dinero, aceptan que no se lo des y te siguen sonriendo, como si nada.


Nos despedimos y yo entro a la terminal a buscar mi avión. Rumbo a casa.

1 comentario:

Unknown dijo...

Impresionante! fin del viaje y fin de la narración de la aventura!

He seguido fielmente tus relatos, con envidia, entusiasmo e interés. La verdad que ha sido un placer curiosear tus andanzas

A ver qué te inventas ahora para mantener la audiencia!

Un abrazo