lunes, 26 de febrero de 2007

Marruecos día 1; La cosa no era para tanto.

Nota: Si estaís pensando hacer un viaje a Marruecos, os recomiendo que visitéis la guía de Marruecos que hemos escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

Lo habíamos dejado cuando llegue a la Pensión Palace (el otro día no me acordaba del nombre pero he revisado las notas).
Una vez “negociado” el precio de la habitación con el recepcionista, le sigo por un intrincado laberinto de escaleras y pasillos en la más absoluta penumbra, salvo, de vez en cuando, por unas velas dispuestas en el suelo.

La pensión Palace, según había leído, estaba ubicada en un antiguo edificio español (creo que de correos). Era grande y se distribuía a partir de una serie de patios interiores.

Mientras caminamos, intentaba orientarme, porque luego tendría que entrar y salir por mis propios medios. No era fácil porque en bastantes sitios había que decidir entre varias opciones.

Finalmente, llegamos a una especie de distribuidor, que daba a las puertas de 4 habitaciones. El techo era una especie de pirámide acristalada, pero con los cristales rotos, y había una gran lámpara colgante también de cristal, en tonos azules, en muy deficiente estado y que no iluminaba demasiado.

El conjunto, a pesar del deterioro, era bastante bonito. Desde luego aceptable para tratarse de una pensión de 50 Dh (5 euros). Se podría decir que tenía encanto.

Mi habitación era la 28. Entro en ella detrás del recepcionista, y compruebo que es sencilla, pero pulcra. Paredes blancas, en general bien pintadas, aunque algún desconchón empezaba a asomar en las esquinas. La cama de matrimonio, con sábanas de limpias, aunque un colchón un poco hundido.

En una pared había también un pequeño lavabo. Ya sabía que en este tipo de pensiones el baño era comunitario y lo único que tenías dentro de la habitación era eso, el lavabo.

Lo peor era el armario con espejo, que estaba impracticable por el polvo que acumulaba y la inexistencia de perchas. Finalmente tenía una pequeña mesa con su silla, que me vendría bien para poder escribir mis notas del viaje.

Mientras lo miraba todo, el recepcionista se despidió, sin muchas alharacas. Me quedo sólo en la habitación. Como aún tengo algo de susto en el cuerpo, me encierro inmediatamente.

Mi primera preocupación era sacar de la maleta los papeles en los que tenía apuntados los teléfonos, de las dos personas de contacto en Tánger, que me habían facilitado. Ana y Anwar (se pronuncia Anuar).

Aunque a mí estas cosas (llamar a alguien desconocido), me dan un poco de vergüenza, pero en ese momento, y con la sensación de que si no venía alguien a buscarme no me iba a atrever a volver a salir a la calle, no era obstáculo suficiente.

Saco los números y marco, primero el de Ana. 00212… Llamada cortada. Pruebo otra vez, pero esta vez sin el prefijo del país, 65…… Otras vez, llamada cortada. Repito la operación con el número de Anwar. Vuelve a darme llamadas cortadas en ambos casos. Me pongo un poco nervioso. Aunque me han asegurado que en Marruecos la telefonía móvil funciona perfectamente, dudo.

Me doy cuenta de que el la pantalla del móvil todavía aparece red Vodafone, lo que debe significar que no se ha conectado automáticamente a ningún operador marroquí. Sin embargo tiene cobertura.

Se me ocurre que igual había dado la casualidad de que ambos estaban comunicando. Incluso pienso, absurdamente, que podrían estar hablando entre ellos, de mí.

Intento llamar a España para hacer tiempo. Me sale llamada cortada tanto si marco el número directamente como si marco el 0034. Me entra una pequeña risilla nerviosa. No me funciona el móvil en Marruecos. Estoy sólo, pienso para mí.

Intento buscar en configuración del teléfono, la opción de buscar nueva red de forma manual. No lo encuentro. Más nervios. Al final, dándole varias vueltas, lo consigo y conecta a un operador. Sin embargo no da cobertura.

Algo de lo que estoy haciendo no esta bien. Lo que pasaba es que, una vez que selecciono una red de las dos opciones que me aparecen (MOR IAM y MOR MEDITEL), le doy a aceptar, pero al no salirme cobertura en los 5 segundos siguientes, no tengo paciencia, y le doy a cambiar al otro operador.

Al final, sin saber muy bien que he hecho diferente, me conecta definitivamente a MOR IAM, aparece un iconito de una maleta, junto a la cobertura y 5 magníficas rayas que indican cobertura excelente.

Vuelvo a llamar a Ana y, con un vuelco en el corazón, descubro que da línea, y, mejor todavía, contesta.

- ¿Hola?
- ¡Hola Ana! Soy JR, el amigo de Ana, estoy en Tánger. Le suelto a bocajarro.

Vacila un momento, pero reacciona (estaba avisada) y contesta.

- ¡Ah! ¿Ya has llegado?
- Sí, ya estoy en la pensión y estoy bien.

Supongo que le extrañaría que le dijese que me encontraba bien. ¿Porque no iba a estarlo? Ella vive allí y no le parecerá muy normal, que un tío de metro noventa y dos centímetros este encerrado en su habitación y acojonado.

Me quedo dudando un momento, si explicarle de inmediato mi “situación de necesidad”, o mantener una imagen de suficiencia. Decido ser sincero y pedirle una “cita”.

- Perdona que te asalte, pero es que Ana me dijo que te llamase con toda confianza y era por si podíamos quedar a Cenar.

Vuelve a dudar un momento.
- Si, claro, claro, me contesta ella. Lo que pasa es que todavía tengo que hacer unos recados, y no tengo planes exactos para esta noche. Igual íbamos al cine a ver una película, porque están proyectando un ciclo de cine europeo, y eso no es muy habitual en Tánger.

Calla un instante y prosigue.

- Aunque, claro, igual a ti no te apetece.

Yo no dudo, pero balbuceo.

- No, no, ¡yo me adapto a lo que sea!

Dios mío, ¡no me quiero quedar sólo!.

- Vale, pues dame media hora, y te vuelvo a llamar para decirte como quedamos.
- Perfecto. Le doy muchas gracias tres veces y cuelgo.

¡Uf!. Suspiro aliviado. Parece que tengo “salvación”. Voy a quedar con alguien, que conoce la ciudad y me “protegerá”.

Me animo mucho, y empiezo a pensar con más claridad. Ahora ya tengo una base de operaciones, la habitación de mi pensión, y una cita, para más tarde. Paso, en un segundo, del miedo, a la euforia.

Y, aunque parece increíble, también paso en un instante, de no querer salir de la habitación, a pensar en explorar. Lo que quería fundamentalmente era comprobar si al no llevar la mochila, me podría mover con mayor facilidad por la calle, sin llamar tanto la atención, o por el contrario la sensación que había tenido cuando venía era real.

Esa era un poco la clave del viaje. Desde luego la idea de que iba a estar un mes entero en Marruecos perseguido por guías falsos no era muy atractiva.

De momento para relajarme un poco llamo a España para decir que estoy bien. El móvil funciona a la primera. ¡Perfecto! Cuando termino, me preparo y me doy cuenta, que, en el fondo, estas sensaciones son las que buscaba con el viaje. Un poco de aventurilla, romper la rutina, conocer cosas nuevas, así que no me puedo quejar.

Cunado estoy preparado, me vuelvo a poner el polar y salgo de la habitación. Llevo botas, pantalones grises oscuros de montaña, y el polar, que es negro y gris, con capucha, así que no puedo llamar mucho la atención de noche. Además mi pelo es castaño oscuro. ¡Joder, soy español, no un rubio sueco pecoso! Tampoco puedo cantar mucho sin la mochila.

Salgo al distribuidor, cierro, e intento recordar el camino por el que he venido. Dudo un poco en alguna intersección de pasillos y escaleras, pero al final salgo a un patio interior que me suena, bajo unas escaleras y llego a recepción.

Como no llevo ni un dirham encima, me dirijo otra vez al recepcionista para que me cambie algo de dinero. Calculo que con 40 euros, que es más o menos la mitad de lo que he traído conmigo, tendré suficiente. No se si es mucho o poco, pero en comparación con el precio de la habitación 50dh, me parece que 400 tiene que bastar.

Una vez que el recepcionista me los da, me dispongo a salir a la calle, pero el tipo me retiene.

- Oye, oye.

Y por toda explicación, me alarga un papel.

Lo miro con cara de tonto, primero a él y luego al papel, hasta que al final, me doy cuenta de lo que es. Claro, en Marruecos hace falta un documento acreditativo del cambio realizado. Lo cumplimento y se lo queda. Me sonaba que en mi guía decía que teníamos que quedarnos con una copia, por si me lo pedían a la salida del país, pero el tipo no hace mención y yo tampoco le pregunto.

Además, ¿dónde me van pedir los papeles? ¡Si en este país no hay control de aduanas! Además mi plan era sacar el dinero directamente en dirhams, en los cajeros.

Al fin, salgo a la calle. Justo a la izquierda de mi pensión, como a unos 15 metros, había una pequeña plazoleta, que se llama el zoco chico. Lo había visto en el plano, y pretendía evitarla, porque, teóricamente, es la zona más conflictiva de la Medina.

Decido, por tanto, desandar el camino, bajando a la derecha, por la calle por la que llegué, bajar la escalera y una vez abajo, intentar callejear hasta llegar al hotel Continental.

El Continental es el hotel más grande y lujoso de la medina, y además ya lo había localizado visualmente mientras realizaba mi caminata por el puerto, así que creía poder encontrarlo.

En principio, este hotel era el que me habían recomendado para quedarme, pero aunque no era muy caro en términos españoles (no pasaba de 30 euros la noche), comparado con mi pensión era 6 veces más. Y un trotamundos (que era, aunque primerizo, lo que yo pretendía ser) siempre intenta ir a los sitios más baratos y auténticos.

Nada más salir a la calle, la primera buena noticia. Mi guía pesado no estaba esperándome. En total habría pasado una hora desde que me dejó, así que lo más probable es que se hubiese cansado.

Como táctica, empiezo a andar rápido e intentado parecer decidido. Paso por delante de las otras pensiones y ninguno de los que antes me chillaban, ahora me dice nada. Eso me da confianza.

Parece que esto funciona porque, ni siquiera parecen darse cuneta de mi presencia. Además la intimidad me permite mirar un poco, aunque tampoco en demasiado porque sigo andando rápido para no despertar “sospechas”, las cosas, las calles, los comercios.

Bajo las escaleras, atestadas de gente, y sigo sin ser asediado. Cunado llego abajo, giro a la izquierda y veo un cartel que indica la dirección del hotel continental, y la distancia, 200 metros. ¡Fantástico!. Gano algo más de seguridad, aunque sigo recordando que, en teoría, la medina, por la noche, es peligrosa. Otro cartel, Continental a 100 metros. Cruzo entre grupos de personas y nadie me dirige la palabra.

Unos niños juegan a baloncesto en una pequeña cancha, situada en una terraza sobre el puerto, y tienen bastante público. En un inicio de arranque de euforia, se me ocurre jugar con ellos.

El arranque pasa y sigo mi camino. ¡Tampoco hay que pasarse!, pienso.

Continental 50 metros. Ya veo la puerta. Cunado me dispongo a franquearla, un empleado de seguridad me mira y me pregunta dónde voy.

Le hablo en español, y me invento que he quedado con una amiga en el bar del hotel. En un segundo se da cuenta que soy un turista y, con su mejor sonrisa, me hace pasar. Además me indica el camino, aunque este era evidente porque la entrada estaba justo enfrente.

He triunfado. Estoy en la terraza del hotel, encima del puerto, escuchando las olas contra el espigón. Al fondo, las luces de toda la superpoblada bahía de Tánger. Me siento seguro. El paseo de escasos diez minutos me hace comprender que la Medina no era tan terrible como inicialmente me había parecido. He recorrido andando por la noche una buena parte de la medina y nadie me ha molestado.

Mis miedos iniciales se debían a la inexperiencia y estaban casi totalmente injustificados. Lo que había pasado es que la mochila había hecho que todos los guías falsos, un 1 % de la población, fuesen a por mí. Sin embargo, una vez liberado de esa carga, me podía mover entre el 99% restante con total tranquilidad.

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