sábado, 22 de marzo de 2008

Días 11 y 12 Sol, Playa y amor en Playa Tamarindo.


Para que nos vamos a engañar, nuestras actividades básicas los siguientes dos días en Playa Tamarindo fueron; tomar tranquilamente el sol, bañarnos, darnos besos y hacernos videos románticos, de esos de los que uno nunca cree que hará (menuda cursilada!), pero un día se descubre a sí mismo encantado de ser el protagonista e uno de ellos.

Visto con la distancia, tengo la tentación de decir que ójala no los hubieramos hecho (duele ver alguno de ellos), pero luego, al instante, me digo que es una tontería y que es bueno recordar los momentos de felicidad que uno ha tenido.
También descubrimos un restaurante magnífico en la playa en el que preparaban, aunque a precios un poco elevados, magníficas ensaladas y shashimi de atún. Nos pasamo allí, tanto para comer como para cenar, los dos días.

En los alrededores, había algunas playas, que se suponía, estaban entre las mejores de centroamérica. Destacaba una que se llamaba Playa Conchales, por que en vez de arena, lo que conforma la playa son millones de pequeñísimas conchitas de todo tipo de crustaceos. Sin embargo, y aunque me da un poco de verguenza decirlo (vaya par de aventurero!), no fuimos a ninguna. Nos habían dicho que las pistas para llegar a ellas eran dificiles, y yo ya estaba muy cansado de conducir.

Aquellos dos días, recorrimos el pueblo, fuimos a la playa y salimos a tomar alguna copa al bar de moda del pueblo. Todo de absoluto "relax". En comparación con el resto, Playa tamarindo, es un sitio bastante explotado turísticamente. Hay muchas tiendas de souveniers, de ropa, algún hotel lujoso, restaurantes e incluso bares de copas para los turistas, la mayoría surferos y norteamericanos.

Apuramos aquellos días con un ansia total de descanso. Sabíamos que a la vuelta de estas cortísimas vacaciones nos esperaba, el estrés, las jornadas de doce horas de trabajo, los viajes constantes en avión para llegar a reuniones, presentaciones, firmas de contratos, etc... No es que no me gustase mi trabajo (y a Raquel le pasaba lo mismo) sino que el nivel de exigencia y presión era tan alto, que en vez de un trabajo, se había convertido en una esclavitud. Incluso cuando se suponía que estabas teniéndo éxito, la cosa no mejoraba sino todo lo contrario. Morir de éxito dicen... pues sí, eso es lo que yo sentía en aquel momento. Y además estaba seguro de que si seguía el mismo camino, cada vez sería más dificil liberarme.



Aquellas vacaciones, aunque cortas, nos habían servido para realmente desconectar del mundo "real". Es más, se había abierto camino en nuestras mentes la idea de que esto, la felicidad, el disfrutar de pisar descalzo sobre la arena, los viajes, conocer nuevas cosas, ver atardareces mientras escuchas el sonido de la selva, debería ser la vida normal, y no lo otro. Sabíamos que teníamos que volver, claro. pero cuando nos mirabamos a los ojos, los dos entendíamos que algo había sucedido en nuestro interior en ese viaje. realmente teníamos la tentación de quedarnos. dejarlo todo y seguir el viaje. No lo hicimos, pero lo apuntamos en nuestra agenda y empezamos a preparar nuestras "fuga".

Un año y un par de meses después, tras otro viaje a Panamá, yo dejé el trabajo. En los siguientes meses, me compré unos patines y una bici, vendí mi, hasta entoncés, amado coche. Al poco tiempo empecé con las cometas, la escalada. Retome mi habito lector y, en definitiva, empecé a darle prioridad a las cosas que me gustaban hace a mí, frente a mi supuestamente "brillante carrera profesional". Además, poco a poco, empecé a sustituir algunos de los valores tradicionales, en los que me habían educado y en los que había creido por otros. Cada vez me importaba menos lo que la "gente" (etendido como la presion sócial) pensase. El dinero o la posesión de cosas (casa, coche, contrato indefinido) pasaron a parecerme cosas absolutamente innecesarias. Sin embargo, el ser capaz de cumplir algunos sueños, sí que me parecía un objetivo por el merecía la pena esforzarse.

Tener tiempo. Tiempo para hacer cosas que uno disfruta haciendo. Eso es lo que necesitaba. Tiempo y energía para, en primer lugar, imaginar sueños y, en segundo, llevarlos a cabo. Raquel y yo nos mirabamos y nos entendíamos. Habíamos sido tan felices estas casi dos semanas, que casi no nos creíamos que fuera posible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eso es una playa y lo demas son tonterias! saludos