sábado, 8 de marzo de 2008

Día 9: Visitando el Parque Nacional del Volcán Arenal

Lo primero que vemos, al abrir los ojos por la montaña, es el volcán coronado de unas algodonosas nubes. Hoy vamos a dedicar el día a visitar el Parque Nacional.
Hay varias opciones para hacerlo. La estandar, consiste en ir en coche hasta el Parque, pagar la entrada, y recorrer a pie varios senderos que hay cerca de la base para ver las coladas, ya solidificadas, de las últimas erupciones.
También nos han dicho que algunos, en el pueblo de Fortuna, se ofrecen a guiarte y ascender por la ladera hasta algunos orificios del volcán. El problema de esta opción, bastante más atractiva, es que son guias ilegales y de que realmente esta prohibido porque es bastante peligroso.
Además hemos visto agencias que organizan en la zona rutas a caballos o con quads y baños termales.
Nos decidimos por la opción estandar. Desayunamos en la piscina tomando el sol y yo, para quitarme el antojo del baño termal, al menos me meto un rato en el jacuzzi.
Llegamos a la entrada del parque en apenas quince minutos de coche. La entrada es bastante cara, oho dolares, para ser Costa Rica. Nos dan instrucciones sobre dónde debemos dejar el coche. Cunado llegamos al parcamiento, un empleado nos advierte que debemos dejar el coche de espaldas al volcán. "Para salir rápido si hubiese una emergencia", son sus palabras textuales. Yo miro y remiro el volcán y no le encuentro tanto peligro.
Junto al parking hay un mirador con mesas desde dónde se tienen maravillosas vistas del monstruo. Hay que reconocer que es enorme y continuamente se oyen pequeñas explosiones y rumor de rocas bajando por la montaña. Hay un grupo de Ticos que no paran de hacer aspavientos a cada explosión. Estamos un rato junto a ellos y podemos comprobar que cada vez les parece más espectacular la cosa y sus demostraciones de júbilo/pánico se acentuan más. La teoría del "umbral sensorial", que reza que un individuo se habitua a los estímulos por repetición de los mismos quedaría completamente en descrédito con esta familia Tica.
Un poco cansados de tanta muestras de alvorozo, decidimos iniciar la ruta. Nos han dado un pequeño plano en la entrada, y los senderos son faciles de seguir. Andamos aproximadamente una hora y media. La primera parte dentro de un bosque bastante cerrado y claustrofóbico, y la segunda, ya viendo el sol, caminando sobre la lava negra que escupió el volcán en los últtimos siglos.
En ningún momento el sendero vira hacia la falda el volcán, manteniéndose a una distancia prudencial, de no menos de un kilómetro. El paisaje recuerda un poco a Timanfaya (Lanzarote), aunque la verdad es que no es tan espectacular como el Parque canario. Cuando llegamos al final del recorrido descansamos un poco. Hace mucho calor y no hay ningún sitio dónde comprar algo de beber o de comer.
Durante una media hora escuchamos las explosiones y el rumor del volcán. Interesante sí, pero tampoco justifica gastar un día entero en el lugar. Nos volvemos hacia el coche. Esta intacto Ninguna roca incandescente voladora lo ha aplastado.
Comemos en la piscina de nuevo, en la que estamos siempre solos, y decidimos dedicar la tarde a holgazanear. Baño, siesta, lectura y alguna sesión fotográfica. Llevamos más de una semana viajando y aunque no estamnos haciendo nada muy físico, yo estoy un poco cansado de conducir por las intrincadas carreteras ticas.
Por la noche vamos al pueblo. Cenamos en el mismo sitio, con abundante cerveza helada. Después nos tomamos unas copas y jugamos al billar. En el pueblo se ven bastantes turistas, sin embargo, en nuestro hotel, que es magnífico, estamos solos.
Volvemos a nuestra habitación. Habíamos pensado estar un día más aquí, pero visto lo visto, y sin poder hacer una ascensión al volcán, decidimos que mañana nos marcharemos y pondremos rumbo a la Peninsula de Nicoya (pacífico norte), concretamente a Playa Coco.
Por segunda noche, nos quedamos dormidos contemplando el halo rojo de la cúspide del volcan arenal y escuchando el constante rumrum de sus activas entrañas.

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