Sin embargo ayer, cuando volvimos a casa de volar la cometa, por tercer día casi consecutivo, tuve un rato de pensamiento contemplativo ;-), que me dejo bastante satisfecho. En lugar de quedarme en casa, me volví a bajar, supuestamente (fue un fracaso) para intentar arreglar los frenos a la bici de Raquel, con una cervecita en la mano.
A los 5 minutos me di cuenta de mi falta de pericia, y me senté en un banco, a disfrutar placidamente del momento.
Primero hice balance mental de la jornada “cometística”, en la que, aunque obviamente había mejorado, me había frustrado un poco. Aunque ya puedo levantar la cometa y hacerla volar con bastante facilidad, me cuesta mantenerla en el aire más de un minuto. Además estos días el Ámsterdam es muy flojo y tiene momentos de calma absoluta que provocan que los 7 metros de envergadura de la cometa, se conviertan en un ovillo, y caigan, casi a plomo, hasta el suelo.
Sin embargo, de repente, empecé a pensar que tampoco es tan importante no saber hacerlo bien. Antes al contrario, debo concentrarme en el placer de aprender cosas nuevas. Desde el principio. Por el mero hecho de hacerlo, y porque además, cuando lo haga bien, echaré la vista atrás y disfrutaré rememorando el proceso.
Este pensamiento me impulsó a hacer una pequeña revisión vital. Con auténtica alegría recordé que hace un par de años (no recuerdo exactamente), escribí en mi portátil (y lo tenía siempre en el escritorio para flagelarme), la típica lista de buenas intenciones que jamás se cumplen.
En ella, estaba escrito:
- Dejar de fumar; LLevo casi dos años.
- Ponerme en forma; Me parecía imposible, pero ahora mismo estoy mejor que con 18 años (quizá no en explosividad, pero desde luego si en resistencia).
- Vivir una temporada en el extranjero. Aquí estoy, en Ámsterdam.
- Aprender Ingles. Como diría Mr. Aznar... I´m working on it
Había más, pero estas eran las principales. Y lo que más me gusta pensar, es que todos estos deseos me parecían, eso mismo, deseos casi inalcanzables.
Sin embargo no he tenido, en estos meses una sensación de trabajo esforzado para conseguir estas metas. Ha sido un cambio vital progresivo, tranquilo, hasta diría que sencillo.
Probablemente es porque nos auto imponernos limitaciones que o existen en la realidad, y al final, hacer cosas, no tiene más dificultad que, ponerse a ello, e intentar hacer un pequeño progreso cada día. Nada heroico. Simplemente levantar la cometa una vez más y tratar de mantenerla en el aire y probar a hacer movimientos diferentes con los mandos.
Bueno, voy a dejarlo ya, que me estoy empezando a parecer a esos que escriben libros de autoayuda (y por cierto, se forran) diciendo cosas obvias y cursis. Sólo quería contar algo que estuve pensando ayer y que me reconfortó de las malas noticias que, más tarde, llegaron del desenlace final de la liga española.
3 comentarios:
Es un auténtico placer leer las reflexiones de quien hace un balance tan arriesgado (por alejado de lo convencional) sobre si mismo con tanta claridad, cerveza en mano.
Imagino que no solo te envidio por el valor de tomar las decisiones que has tomado sino aún más por la facilidad con la que te das cuenta del momento en el que vives (y también porque seas feliz!) Otros vivimos desorientados en la duda que imagino enmascara la falta de objetivos (entre otras cosas).
Seguía algo de tu vida por ramón y me pasó el blog. Un placer leerte, por la sintonía, hoy en las antípodas de la realidad.
Un abrazo, david
(creo que la última vez que nos vimos fue un agosto estudiando en la biblioteca del cps...como pasa el tiempo)
¡Qué razón tienes!
¿Qué sería de la vida y de nosotros mismos si cada día no nos pusiésemos nuevas metas?
Recupérate pronto y duro a la cometa!
Siempre he querido aprender a volar un cometa pero nunca logre hacerlo. En este momento estaba intentando comprar pasajes baratos para poder ir a recorrer el mundo
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