No se, no se... En una mañana de sábado y estando leyendo un libro de Ray Loriga, en el que protagonista, el ser más deprimente de la tierra, se parece tanto a mí, no se si es el mejor momento para escribir sobre uno mismo. Además, si lo hago, va a ser así, como suelo sin corregir ni nada. Directamente. Lo que salga. No quiero ni pensar en el resultado. Pero bueno, allá vamos.
Empecemos por anoche. Era viernes, y como todos los viernes comencé a ponerme nervioso desde por la mañana. Entre semana, más o menos, las rutinas mantienen los fantasmas alejados, pero los fines de semana, cuando uno ha decidido no tener una vida “convencional” (o no le ha quedado más remedio porque lo convencional le estaba mantando), tiene que ser suficiente brillante para llenar los espacios.
Tenía varios planes para salir a “divertirme”. Ir a una apertura de una galería con Sergio y Marja, o una fiesta de inauguración de piso de unos compañeros de trabajo, o unas simples cervezas con una chica, a la que estuve viendo hace un tiempo y que seguimos siendo amigo, y su grupo.
Aparentemente podía ser una buena noche de viernes. Pero como casi todos los fines de semana empecé a auto descartarme de todos los planes. El clima tampoco ayudó. Un día gris, plomizo, húmedo y que terminó en un enorme tormentón a media tarde, hizo que mis ánimos estuvieran por los suelos.
Como los grupos grandes me agobian cada vez más, en mi mente, elegí ir a la galería dónde igual no tenía que hablar con nadie. Además los intelectuales me dan miedo. Son demasiado “cool” y estirados para mí. No leen ni escriben, pero van a muchas fiestas de intelectuales dónde se debe aprender mucho. En todo caso llamé a Sergio para retrasar la hora de encuentro. Como escusa puse la lluvia, fiel aliada de mi estado de ánimo.
Mientras tanto tome un par de cervezas con dos compañeros de mi empresa. Cone ellos me siento cómodo. Puedo hablar de mis debilidades y escuchar las suyas. Y a veces, hasta nos reímos. Son parias como yo. Todos los que trabajamos en este sitio tenemos un perfil parecido. O, mejor dicho, tenemos historias muy diferentes pero con un denominador común que es la no normalidad.
Finalmente cancelo con Sergio porque la galería esta lejos. Mis compañeros se van a la fiesta, a la que yo también estoy invitado pero no quiero ir. A mi amiga le mando un sms diciendo que tengo fisioterapeuta y que la salud es lo primero. Todos me contestan o me miran con un claro gesto de, “ya, como siempre. Nunca te apuntas a nada. Eres un aburrido”.
Y tienen razón. Cojo mi bicicleta y me vuelvo a casa bajo la lluvia. Me como un “shoarma” antes de subir en el bar de abajo, solo. Entro en casa, casi ni saludo a mis compañeras de piso, me doy una ducha y me meto en la cama a leer. Son las once.
No es que tenga nada de malo no salir un viernes por la noche pero lo malo es el porqué. Me estoy empezando a desconectar de las cosas. Hablo con gente, tengo amigos, hago cosas, pero nada termina de llenarme y casi todo me da pereza. A veces miro a los “sin techo” y empiezo a temer. No, me parecen tristes sus historias porque no tengan nada, eso es lo de menos, sino los porqués psicológicos.
Que difícil es escribir de uno mismo, ni queriendo se pueden evitar las mentiras. No es cierto que no tenga pasiones, las tengo. Sin embargo, he cambiado mucho en los últimos años, en lo que quiero y en lo que soy. Y en algunas cosas para bien, pero en otras todavía ando perdido. Porque vivir, es apasionante, pero difícil.
Lo peor es que sabes que tienes todo para poder ser feliz y simplemente dejas escapar oportunidades o haces esfuerzos muy inespecíficos y mal direccionados.
Del amor ya ni hablamos. Madre mía. He conocido a un montón de chicas en los últimos tiempos. De todos los colores, estilos e ideologías. Imposible. Ni una sola vez se ha producido esa chispa mágica que hace que quieras estar con esa persona a todas horas, tanto despierto como dormido, y flotar por encima del mundo cogidos de la mano. Sí, esas cursiladas que se sienten y que no se pueden comprar con dinero, ni con esfuerzo.
Bueno. Me había prometido escribir un poco sobre mi mismo. Pero sólo un poco. Podría seguir hasta el infinito, y parte sería verdad y parte exageración y mentira. Pero es tiempo de salir a la calle, ir al gimnasio, comprar libros y una crema que necesito para mi maltrecha piel seca. Además tengo que trabajar y terminar de leer el libro de Ray Loriga y quién sabe, esta noche, probablemente buscar a algún amigo y tomar unas cervezas y mirar de lejos a alguna chica. Tampoco es un drama, simplemente es que estas nubes y la lluvia constante me están bajando un poco el ánimo un poco. Pero gracias a Dios, o a lo que sea, soy ciclotímico y se que después de esto bajones también tengo momentos de satisfacción total con mi vida.
Empecemos por anoche. Era viernes, y como todos los viernes comencé a ponerme nervioso desde por la mañana. Entre semana, más o menos, las rutinas mantienen los fantasmas alejados, pero los fines de semana, cuando uno ha decidido no tener una vida “convencional” (o no le ha quedado más remedio porque lo convencional le estaba mantando), tiene que ser suficiente brillante para llenar los espacios.
Tenía varios planes para salir a “divertirme”. Ir a una apertura de una galería con Sergio y Marja, o una fiesta de inauguración de piso de unos compañeros de trabajo, o unas simples cervezas con una chica, a la que estuve viendo hace un tiempo y que seguimos siendo amigo, y su grupo.
Aparentemente podía ser una buena noche de viernes. Pero como casi todos los fines de semana empecé a auto descartarme de todos los planes. El clima tampoco ayudó. Un día gris, plomizo, húmedo y que terminó en un enorme tormentón a media tarde, hizo que mis ánimos estuvieran por los suelos.
Como los grupos grandes me agobian cada vez más, en mi mente, elegí ir a la galería dónde igual no tenía que hablar con nadie. Además los intelectuales me dan miedo. Son demasiado “cool” y estirados para mí. No leen ni escriben, pero van a muchas fiestas de intelectuales dónde se debe aprender mucho. En todo caso llamé a Sergio para retrasar la hora de encuentro. Como escusa puse la lluvia, fiel aliada de mi estado de ánimo.
Mientras tanto tome un par de cervezas con dos compañeros de mi empresa. Cone ellos me siento cómodo. Puedo hablar de mis debilidades y escuchar las suyas. Y a veces, hasta nos reímos. Son parias como yo. Todos los que trabajamos en este sitio tenemos un perfil parecido. O, mejor dicho, tenemos historias muy diferentes pero con un denominador común que es la no normalidad.
Finalmente cancelo con Sergio porque la galería esta lejos. Mis compañeros se van a la fiesta, a la que yo también estoy invitado pero no quiero ir. A mi amiga le mando un sms diciendo que tengo fisioterapeuta y que la salud es lo primero. Todos me contestan o me miran con un claro gesto de, “ya, como siempre. Nunca te apuntas a nada. Eres un aburrido”.
Y tienen razón. Cojo mi bicicleta y me vuelvo a casa bajo la lluvia. Me como un “shoarma” antes de subir en el bar de abajo, solo. Entro en casa, casi ni saludo a mis compañeras de piso, me doy una ducha y me meto en la cama a leer. Son las once.
No es que tenga nada de malo no salir un viernes por la noche pero lo malo es el porqué. Me estoy empezando a desconectar de las cosas. Hablo con gente, tengo amigos, hago cosas, pero nada termina de llenarme y casi todo me da pereza. A veces miro a los “sin techo” y empiezo a temer. No, me parecen tristes sus historias porque no tengan nada, eso es lo de menos, sino los porqués psicológicos.
Que difícil es escribir de uno mismo, ni queriendo se pueden evitar las mentiras. No es cierto que no tenga pasiones, las tengo. Sin embargo, he cambiado mucho en los últimos años, en lo que quiero y en lo que soy. Y en algunas cosas para bien, pero en otras todavía ando perdido. Porque vivir, es apasionante, pero difícil.
Lo peor es que sabes que tienes todo para poder ser feliz y simplemente dejas escapar oportunidades o haces esfuerzos muy inespecíficos y mal direccionados.
Del amor ya ni hablamos. Madre mía. He conocido a un montón de chicas en los últimos tiempos. De todos los colores, estilos e ideologías. Imposible. Ni una sola vez se ha producido esa chispa mágica que hace que quieras estar con esa persona a todas horas, tanto despierto como dormido, y flotar por encima del mundo cogidos de la mano. Sí, esas cursiladas que se sienten y que no se pueden comprar con dinero, ni con esfuerzo.
Bueno. Me había prometido escribir un poco sobre mi mismo. Pero sólo un poco. Podría seguir hasta el infinito, y parte sería verdad y parte exageración y mentira. Pero es tiempo de salir a la calle, ir al gimnasio, comprar libros y una crema que necesito para mi maltrecha piel seca. Además tengo que trabajar y terminar de leer el libro de Ray Loriga y quién sabe, esta noche, probablemente buscar a algún amigo y tomar unas cervezas y mirar de lejos a alguna chica. Tampoco es un drama, simplemente es que estas nubes y la lluvia constante me están bajando un poco el ánimo un poco. Pero gracias a Dios, o a lo que sea, soy ciclotímico y se que después de esto bajones también tengo momentos de satisfacción total con mi vida.